E. Contemporánea

Siglo XIX.- la llegada del ferrocarril y la explosión cultural y demográfica

IInauguración del viaducto del Salado y de la línea Linares-Almería
IInauguración del viaducto del Salado y de la línea Linares-Almería

Después del XVII, el siglo XIX es bajo mi punto de vista el más fascinante de la historia local por varios motivos que como tendremos ocasión de comprobar serán el origen donde habría que buscar otros episodios acaecidos en momentos posteriores.

Cuando en 1808 comienza la guerra contra el francés, a tenor de lo que nos narra Gila Medina y en consonancia con el habitual comportamiento de las tropas napoleónicas, nuestra parroquia sufrió un importante expolio, aunque ese parecía que iba el sino del templo durante todo el siglo, pues en 1834 y en 1850 se da cuenta de sendos robos con sustracción de un importante patrimonio.

Basta consultar la hemeroteca en la red para comprobar que en estos lares se desarrollaron numerosas correrías y enfrentamientos entre rebeldes carlistas y piquetes realistas. Por otra parte, las desamortizaciones liberales pusieron en manos de cierta oligarquía buena parte de las propiedades que hasta entonces pertenecían a la iglesia, a lo que contribuyó el descarado comportamiento de parte del clero favoreciendo a las clases más pudientes. En palabras de Gila Medina, se llegaron a pactar los precios a la baja. Con ello, pese a las buenas intenciones gubernamentales tal medida se demostró letal para las capas más humildes de la población. Un campesinado que en momentos determinados atravesó duras carestías, llegando a quedar en muchas ocasiones en la más absoluta de las miserias, a merced de lo que la caridad les pudiera ofrecer.

Por primera vez en su historia Cabra alcanza la cifra de 2000 habitantes en el año 1842, pero tan sólo 18 años después, en 1860 ya alcanza los 2799 habitantes, dato que revela el cómputo de los habitantes de la aldea anexionada de Larva. Esa anexión en lo político de  Larva se produjo por voluntad de sus vecinos, quienes en buena medida mantenían mayores relaciones de parentesco con Cabra que con Quesada, así que a partir de  1841  el sitio de Larva pasó a depender administrativamente de Cabra, porque en lo eclesiástico ya era efectiva la dependencia tanto de Larva, como de San Pedro y Tarahal, o sea, las capillas del t.m. de Quesada que se encontraban en la margen izquierda del Guadiana Menor.

El prior Pugnaire en el patio de la casa rectoral. Fuente: colección Cerdá y Rico.
El prior Pugnaire en el patio de la casa rectoral. Fuente: colección Cerdá y Rico.

Las interminables guerras fratricidas y los pronunciamientos contribuirían sobremanera a la inseguridad en los caminos, motivo que, sumado al anticlericalismo que comenzaba a arraigar en determinadas capas pudo contribuir al declive del pueblo como villa-santuario. Tal es así que en 1860, cuando toma posesión del cargo de prior Juan José Pugnaire sólo quedaban las dos cofradías locales, siendo su celo y empeño lo que motivó que regresaran las de Guadix, Albanchez, Jimena y Torres. Es reseñable el interés de este prior por promocionar esta devoción, hasta el punto de contribuir económicamente con la erección de la nueva ermita del nicho de La Legua, una vez que la anterior había quedado apartada de la carretera recién trazada, por lo que era objeto de continuos saqueos. Una época muy convulsa en lo político que llegaría a tener algún episodio conflictivo tal y como nos relata Manuel Amézcua.

De la primera mitad del siglo, en lo cultural, cabe destacar una figura que sin descollar entre la élite literaria, sí alcanzó cierto nivel como poeta adscrito a la corriente romántica tal y como indica el inolvidable Manuel Urbano Pérez Ortega, quien glosó sobre su figura, se trata de Antonio Guijosa. Pero si algo influyó -además de en lo económico y demográfico- en la vida cultural de la localidad, fue la construcción de la línea férrea de Linares a Almería, motivo por el que terminó recalando aquí el prestigioso fotógrafo Arturo Cerdá y Rico. Pero Cerdá no estaría sólo, pues el poeta Fernando Pineda formaba parte de su círculo de amistades. Una élite intelectual que se completaba con otros nombres de “ilustres” de las historia local como es el caso de Francisco Alejandro Herrera  y, sobre todo de Fernando Gámez Vera. Ambos eran personas bastante cultas que estaban al día de las publicaciones del momento, de manera que Gámez Vera se reveló como un verdadero historiador que en aquel tiempo ya dejó escritos interesantes datos sobre la historia local que posteriormente fueron utilizados por otros historiadores. Pero además, el tiempo ha demostrado su talla intelectual, pues el primero descubrió importantes restos arqueológicos, que sumados a los que posteriormente encontró el segundo, fueron tratados por importantes figuras de la prehistoria patria. Esos materiales forman hoy parte de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional y son testimonio material de la antigüedad de la población, lo que viene a corroborar el correcto comportamiento de sus descubridores, pues si no se hubieran «investigado» y posteriormente vendido a la institución que lo hicieron, muy probablemente estarían hoy desaparecidos. En el trabajo que firmé junto a Manuel Urbano Pérez tratamos ampliamente estas figuras y su contribución a la cultura local. Unos ilustres cabrileños a los que bajo mi punto de vista no se les había hecho justicia.

En lo urbanístico, durante la primera mitad del XIX se construye el Ayuntamiento, lo que supuso otro volumen dentro de la plaza, mientras que durante la segunda mitad del mismo siglo se levantaron las casas adosadas al templo en el lado Este de la plaza (casa del párroco, bar la Plaza…) que siguen una alineación perpendicular a la iglesia. Como vemos, el urbanismo local y muy especialmente la plaza ha sufrido innumerables cambios a lo largo de la historia. Las fotos de Cerdá y Rico captan el proceso de consolidación  de un amplio espacio que todavía a finales del XIX y comienzos del pasado siglo XX ocupaba las manzanas entre Real, Cantarranas y La Palma.

Estado de la calle Santa Ana (alta) a principios de siglo XX. Fuente: colección Cerdá y Rico.
Evolución de la calle Santa Ana (alta) a principios de siglo XX. Fuente: colección Cerdá y Rico.

Desde tiempos de la fundación de la villa, el agua era conducida desde el Nacimiento y bajaría hasta el casco urbano por cauces como el que a comienzos de siglo XX aún era conocido por “La Canal”, que precisamente discurría por la actual calle de Santa Ana, en su tramo entre Virgencica y Cantarranas.

Marzo de 1899. Tren inaugural llegando al puente del Salado. Fuente: Cerdá y Rico.
Marzo de 1899. Tren inaugural llegando al puente del Salado. Fuente: Cerdá y Rico.

Pero, como hemos dicho, la llegada del ferrocarril supuso una verdadera explosión demográfica, pues atrajo a numerosa población, buena parte, inmigración de aluvión procedente del levante almeriense que, atraídos por la construcción y posterior explotación de la línea férrea terminaron recalando aquí, aunque muchos terminarían dedicándose a otros menesteres. En 1877 Cabra cuenta con 3472 habitantes, aumentando en más de 400 personas tan sólo diez años después (3882 habitantes). Pero el censo sigue aumentando y en 1897 la cifra ya alcanza los 4349 habitantes. Amplia es la bibliografía en torno a este hito histórico, descollando publicaciones como Contraluz, donde han escrito sobre el tema autores como el historiador de la Fundación de Ferrocarriles Domingo Cuéllar Villar, el ingeniero Casimiro Molina Cobos, o “el apasionado ferroviario” Mario Fontán Antúnez.

Siglo XX.- El azote de la emigración

En la obra fotográfica de Arturo Cerdá y Rico tenemos una fuente inagotable para el estudio de diversos asuntos relacionados con los modos de vida durante los albores del siglo XX y posteriores dos décadas, revelándose ésta como un método inmejorable para difundir nuestro pasado tal y como desde la Asociación que lleva su nombre venimos haciendo con ciertas iniciativas. Es en 1900 cuando Cerdá termina su casa, de caracteres historicistas que marcará el comienzo de una transformación en la edilicia de las calles más céntricas.

Evolución en la edilicia cabrileña a partir de 1900
Evolución en la edilicia cabrileña a partir de 1900. Fuente: colección Cerdá y Rico

En 1910 ya había 4739 habitantes. Pese a las expectativas, el ferrocarril no consiguió sacar a Cabra de su aislamiento y la mayoría de la población continuó su quehacer de espaldas a la modernidad recién estrenada. Tan sólo las personas más adineradas hacían uso de este transporte, es el caso de Cerdá, para quien supuso una verdadera válvula de escape idónea  para  aliviar sus inquietudes culturales en lugares como Granada, ciudad de la que se convirtió en asiduo visitante.

Los gobiernos liberales habían institucionalizado, más o menos una enseñanza reglada y la sanidad también experimentó importantes avances. En ambas materias tuvieron mucho que ver algunos personajes de los que hemos hablado como el propio Cerdá, o el maestro Gámez Vera. Resultan elocuentes ciertos bandos municipales instando a la población a no lavar ropas de contagiosos en los habituales lavaderos, estableciéndose para ello la obligatoriedad de lavar en el lavadero de las Nogueras. Estos avances sanitarios repercutieron en la esperanza de vida, por lo que siguió el aumento de la población por el descenso de la tasa de mortalidad. No por anecdótica deja de tener su importancia la serie epistolar entre el prior Romano y el obispado acerca de la erección en el cementerio de una capilla que costeó el propio Cerdá y Rico con la intención de que sirviera como depósito de cadáveres (hasta ese momento, muchos quedaban al raso mientras se les daba sepultura) y sala de autopsias, pues él, que era el médico forense quedó impactado cuando se le cayó al suelo el cadáver de una chica a la que le hacía la autopsia. Desde 1921 reposan bajo esa capilla los restos del ilustre fotógrafo.

La plaza de la Constitución a finales de los veinte. Fuente: Manuel Herrera Valenzuela.
La plaza de la Constitución a finales de los veinte. Fuente: Manuel Herrera Valenzuela.

La década de los veinte resultó socialmente convulsa. Los 5726 habitantes de entonces asistieron a importantes obras de urbanización ya reflejadas en otros testimonios gráficos  de esos años que nos legó el maestro Manuel Herrera Valenzuela, resultando especialmente interesantes las de la plaza, una vez que durante la dictadura de Primo de Rivera se remodeló para mitigar el desnivel con la acertada división espacial (sin romper solución de continuidad alguna). Resultan especialmente bellas las que hizo de la iglesia y las casas anexas una vez que adquirieron esos tintes historicistas tan característicos de la época. En el salón Prim se proyectaban películas desde la segunda década del siglo, pero fue durante los veinte cuando la «Sociedad de Amigos del Arte» representaban aquí sus obras.

Fue en 1928 cuando Larva consigue su independencia administrativa y en mayo de 1929 se constituye en Ayuntamiento. Aún así, cuando llega la República Cabra cuenta con 6560 habitantes. La Guerra Civil tuvo dramáticos episodios por todos conocidos, pero sobre los que se ha escrito muy poco. Aquí resulta inevitable la consulta del trabajo de Manuel Garrido Palacios sobre las anécdotas carcelarias de un derechista aficionado a la literatura donde el autor hilvana de manera muy hábil algunos de los episodios aquí ocurridos durante la contienda. Sí se ha abordado, por parte del profesor Gila Medina, el estudio del patrimonio destruido durante la confrontación. El impacto que la guerra produce en la demografía es patente en el censo de 1940, cuando se contabilizan 5817 habitantes.

Trabajadores en la industria del esparto durante los cincuenta. Fuente: Francisco Quesada a través del grupo "fotos para el recuerdo" de Facebook.
Trabajadores en la industria del esparto durante los cincuenta. Fuente: Francisco Quesada a través del grupo «fotos para el recuerdo» de Facebook.

El final de la guerra fue especialmente duro por las malas cosechas y las penurias derivadas del aislamiento internacional, aunque hubo cierta recuperación durante la segunda mitad de la década de los cuarenta, lo que preparó el camino a, posiblemente una de las etapas más prósperas en lo económico, la década de los cincuenta, cuando la industrialización sustituyó el trabajo artesanal del esparto y gracias a la iniciativa privada surgieron varias fábricas que se constituyeron en un importante motor económico. Es el momento poblacional álgido alcanzándose 6741 habitantes. Cabe destacar aquí la buena gestión del Alcalde Arturo del Moral.

gráfico con la evolución de la población desde 1900. Fuente: Jaén pueblos y ciudades.
gráfico con la evolución de la población desde 1900. Fuente: INE. Gráfico elaborado por Foro-ciudad.com.
El recién encauzado barranco a la altura de la Orujera. Fuente: Acacyr en "Fotos para el Recuerdo" de Facebook.
El recién encauzado barranco a la altura de la Orujera. Fuente: Acacyr en «Fotos para el Recuerdo» de Facebook.

Aún quedaba un amplio espacio, el del huerto de la Virgencica, que se edificó durante la década de los cincuenta del pasado siglo. Fue aquí donde se levantó el teatro Benavente y la plaza de Abastos, mientras que al otro lado de la Rambla Sequilla se levantaban edificios industriales como la orujera, otros para almacenamiento, el parque y las primeras viviendas en la actual calle Cristo de Burgos. Precisamente la Rambla Sequilla se canaliza en esta década una vez que el fallido desvío del barranco de las Cuevas hasta el del Prior provocó el irreparable daño durante aquella fatídica tormenta de 1950. Ya en la década de los sesenta se urbaniza la que se denominó barriada de la Paz.

Después vendría el “baby boom” local que durante la década de los sesenta alcanzó el máximo momento, aunque para entonces ya había comenzado la emigración a otras regiones de España, de manera que en 1960 ya había bajado la población hasta los 5542 habitantes. Fue por tanto durante la segunda mitad de los cincuenta cuando comenzaron los síntomas de agotamiento, un tema también tratado por Garrido Palacios. Desde entonces la emigración ha golpeado cruentamente a la localidad, siendo especialmente dramáticos los años finales de los sesenta y primeros de los setenta, tanto es así que en 1971 se cambiaron de fecha las fiestas patronales con el objetivo de pudieran asistir tantos emigrados. Entonces aún quedaban 3353 habitantes.

En lo cultural, entre 1958 y 1974 el pueblo asistió a otro triste episodio, la enajenación de gran parte del patrimonio artístico de la parroquia, de manera que en repetidas ocasiones han sido denunciadas por el profesor Gila Medina y otros autores las irresponsables actitudes de quienes permitieron lo que muchos consideramos un verdadero «expolio». Entre tanto patrimonio me vienen a la memoria los cuadros que Diego Luís de Sanvítores encargó para este santuario y que consecuencia de una desastrosa operación mercantil, hoy se encuentran en la iglesia de los Sagrados Corazones de Granada. Si bien es cierto que con posterioridad nuestro templo se ha dignificado gracias a la implicación de la sociedad cabrileña y aquí hemos de nombrar de nuevo a Lázaro Gila Medina, cuyo concurso fue determinante. Otro dato muy positivo se ha producido con la llegada del pároco Juan Pedro Moya, pues entre otras actuaciones se ha puesto en marcha un ambicioso programa de restauración del patrimonio mueble que a fecha de la redacción de éste escrito aún continúa.

Alcanzado el final de la Dictadura y llegada la Transición se constituye el primer ayuntamiento democrático en el que por primera vez una mujer forma parte de la corporación municipal. Los 2895 habitantes de Cabra del año 1981 asistían a los tiempos del cambio que hicieron despertar ciertas expectativas. Tras un primer ensayo durante los setenta, la industria textil se estableció ya en la década de los ochenta dando trabajo a un considerable número de personas, especialmente mujeres, aunque ya en los noventa comenzaron los síntomas de agotamiento. La globalización acabó con otra esperanza. Lamentablemente no se ha conseguido fijar la población y ha continuado la sangría demográfica hasta nuestros días, pues redactando este texto he consultado un trabajo que publiqué sobre este asunto en el que se incluían datos demográficos referidos a 2004 (2240 habitantes) y desde ese momento hasta la fecha actual el censo se ha visto mermado en otras 303 personas, quedando ya por debajo de los 2000 habitantes, concretamente 1937, algo que no ocurría desde hacía 175 años.

Fallida la experiencia industrial, la lectura puede llevarnos a la conclusión de que hemos vuelto a unos índices de población acordes a la capacidad productiva de una localidad en la que su principal ocupación, la agricultura, no da para más, así que la explosión demográfica de la segunda mitad del XIX y la primera del XX fue tan sólo un episodio de nuestro devenir histórico sobrevenido por unas condiciones extraordinarias. El momento clave fue, como hemos visto, la década de los cincuenta, cuando la industria espartera no se adaptó a las nuevas demandas. Una vez que se ha producido ese «reajuste» poblacional volvemos a los parámetros de la primera mitad del XIX. De cualquier modo la pirámide demográfica no nos hace albergar esperanzas de recuperación, más bien al contrario, la base indica que continúa el proceso de envejecimiento de la población, por lo que se seguirá complicando el relevo generacional. Ojalá que en un futuro próximo se puedan dar unas condiciones óptimas para, al menos, fijar la población actual.

Pirámide poblacional de Cabra del Santo Cristo. Fuente: Foro-ciudad.
Pirámide poblacional de Cabra del Santo Cristo. Fuente: INE. Gráfico elaborado por Foro-ciudad.com.

Cuando esta síntesis llega a su fin, he de reconocer que algunos asuntos aquí expuestos pueden ser discutibles, aunque vaya en mi descargo que he procurado ser riguroso en la medida que mis inquietudes me lo han permitido, así que quienes puedan discrepar sobre algunas tesis aquí expuestas deben de tomarlo como lo que son, como propuestas basadas en hipótesis a partir de las que se pueden iniciar debates y originar nuevos estudios, porque, en buena medida la investigación también se nutre de eso.

Una última reflexión; espero que tras la lectura de esta síntesis histórica se vean colmadas las expectativas de quienes han aguantado hasta este epílogo y que cualquiera de estos «heroicos» lectores pueda otorgar verosimilitud e identificarse con la cita de Antonio Gala con la que comencé la redacción de los contenidos de este sitio web;

“quienes quieran lo mejor para su patria, conózcanla antes a fondo; porque es el conocimiento quien engendra el amor y el amor quien multiplica y perfila aquel conocimiento”

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