E. Moderna

Siglo XVI.- La repoblación de la villa

Una vez que se gana Granada para la corona desaparece la inestabilidad en esta frontera, cuya consecuencia primera significará que estas tierras dejen de estar “yermas”, pues pese a que no se trata de un territorio fértil, sí que era una gran extensión despoblada que podría aprovecharse, sobre todo para la ganadería. Con ello, fijando una población estable se daría seguridad a los viajeros que por aquí volvieran a transitar y, en definitiva se consolidaría el control en la zona por parte de la corona. De esta manera y por orden de Carlos V se encarga al concejo de Úbeda repoblar el sitio de Cabrilla, lo que definitivamente se produce en 1545. Se trazan las primeras calles y se reparten las suertes que corresponderán a los 50 primeros vecinos. Con posterioridad se repartirían otras cien suertes entre otros tantos vecinos, por lo que así quedaría definido el inicial casco histórico conformado entre la plaza y el cerro del castillo.

Interior de la antigua iglesia de Santa Ana. Fuente: colección Cerdá y Rico.
Interior de la antigua iglesia de Santa Ana. Fuente: colección Cerdá y Rico.

Se levanta una iglesia bajo la advocación de Ntra. Sra. de la O, que podría ser la que estuvo en la calle Santa Ana hasta 1917, pues ésta respondía a cánones renacentistas. Poco después se inicia la construcción de otra en la ubicación actual, eso sí, con un proyecto de templo inicial mucho más modesto del que acabaría siendo. No están claros los motivos por los que se construyen estas dos iglesias en tan poco tiempo y para un número tan reducido de fieles, aunque se podría aceptar la posibilidad de que la expectativas iniciales de población pronto crecieran y se hiciera necesaria la erección de un nuevo templo. Siempre rondó mi cabeza una hipótesis que lo justificaría y, aunque habría que corroborarla en base a posible documentación que desconozco si existe, me atreveré a plantearla aquí.

Alineaciones en el callejero de Cabra. Fuente: http://www.ign.es/iberpix2/visor . Dibujo: propio.
Alineaciones (Norte-Sur) en el callejero de Cabra. Fuente: http://www.ign.es/iberpix2/visor . Dibujo: propio.

Para ello me baso en una “anomalía” urbanística de la que ya dio cuenta Gabriel Fernández Adarve y que siempre pensé que podría estar en el origen de todo, pues el sesgo angular del eje de la iglesia respecto al del trazado urbano de su entorno es muy evidente. Analizando las alineaciones del trazado viario se observan cambios de dirección, especialmente en los viales orientados Oeste-Este -Santa Ana (alta), Cobos (alta)…-, algo que que sin lugar a dudas está motivado para adaptarse a la topografía. Pero hay otra anomalía menos notoria en la zona Sur que no parece estar provocada por la topografía, de tal forma que si prolongamos la alineación de casas de la acera Este del tramo Sur de la calle de La Palma, comprobaremos que el nuevo templo se replanteó y construyó, más o menos en la perpendicular, o sea, que la orientación de la iglesia es muy parecida a la que sigue el tramo de la calle Santa Ana entre La Palma y Padilla, luego por algún motivo, en algún momento se desvió la alineación del callejero a partir de la calle Santa Ana hacia el Norte.

Abundando en mi teoría, si se tomó como referencia esa alineación tendríamos que pensar que las primeras parcelas, o sea, las de los primeros 50 vecinos formarían las manzanas comprendidas entre La Palma y Padilla por un lado y, por otro, entre Santa Ana y la actual calle Huertas, luego, como he dicho, tendríamos que situar el centro urbano originalmente planificado en el entorno de la antigua iglesia de Santa Ana, algo que justificaría la ubicación de la antigua casa rectoral que apenas dista 30 metros del viejo templo. Una superficie que posiblemente estuviera ocupada por una pequeña plaza, algo lógico si además consideramos que en este espacio comienzan esas óptimas condiciones topográficas (poco desnivel) que se prolongan hasta las actuales calle Nicho y Antolino. Así pues, un repentino cambio de planes justificaría esa anomalía urbanística, por lo que deduzco que una vez tomada la decisión de traer a 100 vecinos más se iniciara el replanteo de la nueva iglesia, ocupando un lugar más centrado de esa superficie óptima para construir (si tomamos como referencia Santa Ana por un lado y Nicho por otro, la iglesia está en el centro), incluso es posible que se comenzara a edificar antes de que llegara esa segunda oleada de vecinos. Concretando; es muy posible que cuando se replantean las nuevas parcelas se cayera en la cuenta que, de seguir la alineación «original» tendrían mayores dificultades para aprovechar el área más al Este (calle Antolino), donde se quiebra el relieve, de ahí que tuvieran que corregir la alineación y adaptarla a la topografía, por eso entiendo que será ésta la calle de referencia a partir de la que todas sus paralelas mantienen su misma alineación, de manera que al llegar a la parroquia (ya en obras) quedaría un sesgo tan notorio.

El manuscrito de Gámez Vera corrobora esta teoría cuando relata la llegada de la segunda oleada de vecinos y de los solares que para edificar sus casas les asignaron; «fueron señalados en las hoya del Castellón, o sea, en el terreno comprendido entre la llamada hoy calle de Herrera y el cerro de San Juan, marcando las calles con cal en polvo y amojonándolas después, las cuales se conocen hoy con los nombres de Parras y Santa Ana, que atravesaban a otras que daban vista a Rambla Sequilla y que fueron edificadas por los primeros pobladores llamándolas de la Palma y Herrera«. No hay duda por tanto de que las primeras casas, las de aquellos primeros 50 vecinos se levantaron en torno a la antigua iglesia de Santa Ana, hacia la entonces llamada Rambla Sequilla.

Alineación del callejero respecto al Norte magnético en 1590. Fuente: . Autor: Víctor Morillas Montavez.
Alineación del callejero respecto al Norte magnético en 1590. Fuente:  NOAA (http://www.ngdc.noaa.gov/geomag-web ) . Autor del cálculo: Víctor Morillas Montavez.

Tras comentar mi hipótesis con Víctor Morillas (un topógrafo, paisano y amigo), su opinión viene a reforzarla. Es más, considera que la alineación de este tramo de Santa Ana fue más que correcta en la época porque, aunque a finales del s. XVI aún eran muy escasos los medios técnicos, ya existían las brújulas, luego no sería descabellado pensar que la alineación E-O de la primera iglesia -Santa Ana- y por tanto de la primera calle se hiciera en base a observaciones con brújula. Esto es un detalle muy importante a tener en cuenta por el siguiente motivo; cuando visualizamos cartografía por medio de mapas la vemos orientada respecto del Norte verdadero o Geográfico, pero éste no es coincidente con el Norte magnético (el que nos ofrece la brújula), pero es que además el Norte magnético es variable en el tiempo, de ahí que en lo mapas topográficos se indique el valor de la declinación magnética. En base a esto, si calculamos el valor de la declinación magnética para la fecha de 1590, veremos que tiene un valor de unos 8º en sentido Este (positivo). Si observamos la imagen adjunta, donde se incluye el Norte magnético en 1590 veremos que efectivamente, la calle Sta. Ana está bien orientada. Por todo ello nuestro amigo Víctor considera que tanto la iglesia actual como la calle Sta. Ana fueron orientadas con brújula, pues son casi coincidentes. Por todo, habría que situar ese lugar de la «fundatio«, hablando en términos de urbanismo clásico, en el entorno de la antigua iglesia de Santa Ana y en las calles, La Palma, Herrera y Horno Bajo, pero en su tramo Sur. El «Decumano máximo» sería la calle Santa Ana, pero algo me dice que en origen, el «Cardo máximo» sería la calle Herrera.

Levantado el nuevo templo, quedaría insertado en un amplio espacio descampado que se vería roto cuando, después de 1637, el prior Palomino de Ledesma y el Marqués de la Rambla levantaron sus casas muy próximas al templo (hogar del pensionista y casas entre éste y el Ayuntamiento), dejando apenas un callejón entre medias (otra anomalía). Cabe suponer que el resto de casas de esa «cuadra» (manzana) se levantarían tras éstas dos, que por sí solas suponían más de la mitad de la superficie de esa manzana.

De esta manera, para antes de final del siglo XVI el pueblo contaría con 150 vecinos (unos 600 habitantes) y ocuparía, más o menos el espacio entre el cerro del castillo y la plaza, quedando entre medias las eras del concejo y algunos huertos.

Siglo XVII.- La época áurea

Sin lugar a dudas, el XVII es el siglo más determinante de la historia local, “la época áurea” en palabras del profesor Gila Medina y el motivo no es otro que la llegada de la imagen del Cristo de Burgos.

Hasta 1637 la vida de esta aldea se desarrollaba sin grandes sobresaltos, hasta que en la tarde del 19 de enero se aloja en el mesón de María Rienda y Juan de Soto un arriero cuya carga había sufrido las inclemencias meteorológicas al cruzar el Jandulilla, perdiendo una de sus caballerías a una legua de la localidad. El arriero transportaba las pertenencias del nuevo corregidor de la ciudad de Guadix, entre las que se encontraba un lienzo con una copia de la imagen del Cristo de Burgos de la que el corregidor (Jerónimo de Sanvítores y de la Portilla) era muy devoto. Relatada la aventura a los mesoneros, éstos solicitaron ver la pintura que transportaba, así que la desenrollaron y la colocaron en la pared. Resulta fácil de imaginar la escena dada la profunda religiosidad que en la época posterior a la Contrarreforma imperaba en nuestro país, así que María, que “estaba tullida” de un brazo, alumbró el lienzo con dos “bujías” y oró ante él. Al día siguiente, ayudándose con el brazo bueno “tocó” la imagen con el brazo inútil y éste quedó reparado. María salió a la calle “pregonando la maravilla” y los vecinos, que procesionaban a San Sebastián por ser su día, al ver que la manca había sanado tomaron la imagen y la llevaron hasta la parroquia para venerarla.

A partir de ahí los hechos se desarrollaron en torno a la disputa entre el legítimo dueño del lienzo y el pueblo llano que se lo había apropiado. Finalmente y tras unas hábiles negociaciones llevadas a cabo por el prior de la villa, Francisco Palomino de Ledesma, y el obispo del momento, Baltasar Moscoso y Sandoval, el lienzo quedó en la villa de Cabra a cambio de una serie de prebendas para el legítimo propietario, quien también aprovechó la ocasión muy hábilmente para prosperar en el escalafón nobiliario, y para la ciudad de Guadix, cuya cofradía sería la primera en fundarse y ostentaría mayores privilegios. El astuto prior no desaprovecharía tampoco la ocasión para promocionar su santuario, motivo por el que desde entonces se modificó el nombre del pueblo, añadiéndosele el apellido de su celestial titular, aunque en el acervo popular también arraigó la devoción, puede que con más fuerza incluso fuera de Cabra, con el nombre por el que por entonces se solía nombrar a la aldea, “Cabrilla”.

Texto de la cruz de Serón. Fuente: propia.
Texto de la cruz de Serón. Fuente: propia.

La mentalidad del momento hizo el resto, de tal forma que se extendió la fama de imagen milagrosa y pronto comenzaron a acudir peregrinos llegados desde los puntos más dispares de la geografía. Tan sólo un año después, en 1638 la cofradía de Serón (Almería) trae la cruz de mármol que hoy ocupa el centro de la recientemente nominada “plaza de Serón”, anexa a la plaza de la Constitución. Las cofradías se multiplican y los ingresos de los peregrinos contribuyen sobremanera al engrandecimiento y ornato del santuario, de manera que éste, al quedarse de nuevo pequeño se amplía por su cabecera, motivo por el que ocupa parte de la calle Herrera, que antes de la ampliación se unía con la calle Río. Vemos pues que en esta ocasión está muy claro el motivo de otra “anomalía” urbanística.

El momento histórico, consecuencia de la incompetencia de unos monarcas que sólo ambicionaban conservar los territorios de la dinastía, de espaldas por tanto a su pueblo, y de unos validos corruptos, ocasiona grandes penurias para la población más humilde, o sea, la inmensa mayoría se vio azotada por las constantes guerras, las enfermedades y el hambre. Impregnada como hemos dicho de un fuerte componente religioso, noticias como esta significaban una luz que seguir, un halo de esperanza, por lo que no dudaban en emprender penosos viajes en busca de ese alivio espiritual, de tal forma que muchos, en precarias condiciones de salud llegaban incluso a morir durante el viaje sin que nadie les pudiera asistir.

Retrato de la madre Marta de Jesús (hospital del Pozo Santo). Fuente: propia.
Retrato de la madre Marta de Jesús (hospital del Pozo Santo). Fuente: propia.

Pero esta historia llevaría aparejados otros bellísimos capítulos como el que protagonizó la madre Marta de Jesús, para mí, la parte más hermosa por su ejemplo de amor desinteresado y ayuda a los desvalidos. Impregnada de aquella mentalidad barroca de tantos que se entregaban al socorro de los demás, Marta de Jesús Carrillo Aguilera recala en Cabrilla, apenas tres años después de difundirse la noticia por toda la región. Bajo la regla franciscana, esta prieguense de nacimiento y granadina de adopción ya se dedicaba en la ciudad de los cármenes al auxilio de doncellas. Está por ver cual fue la verdadera causa por la que decidió venir, pero eso es lo de menos bajo mi punto de vista porque, como tendremos ocasión de comprobar en el apartado dedicado a su figura, su recuerdo y legado aún perduran. La portada de la que fuera capilla del hospital de la Misericordia (una de sus fundaciones, cuya función era dar cobijo a los peregrinos), testimonia este hermoso episodio de nuestra historia. Una historia, la de una mujer de su tiempo digna de ser novelada o incluso de llevarla a la gran pantalla.

Pero no sólo se engrandece el santuario, también se levanta en ese siglo de oro la Casa Grande, por iniciativa, precisamente de los administradores de las fundaciones de la Madre Marta. Se trata de un enorme y funcional edificio para la época que se dedicaría a albergue de peregrinos. Con ello la plaza se cerraría en su lado Sur ya avanzada la segunda mitad del siglo XVII, pues la Casa Grande ocupa una superficie que supone casi la mitad de la manzana entre la Plaza y las calles Santa Ana, La Palma y Herrera. Como hemos tenido ocasión de ver, antes se levantarían otras casas con tintes palaciegos hoy desaparecidas, como la que se construyó el prior junto a la parroquia (de un alzado muy parecido al de la casa rectoral de la calle de la Palma), y la casa del que pronto sería marqués de la Rambla, José Sanvítores, el hijo del corregidor, levantada también a escasos metros de la parroquia (derribada a finales de los setenta, hoy ocupa su solar el hogar del pensionista). Esa superficie tan cercana a la parroquia formaría parte hasta entonces de un amplio espacio (plaza) que muy posiblemente se prolongaría hasta la calle Cobos.

Fue José Sanvítores el primer Marqués de la Rambla, título que le otorgó Carlos II en 1682, comienzo de un absoluto dominio sobre el pueblo. Antes tuvo que comprar la jurisdicción de la villa, algo de lo que nos dan detallada cuenta Manuel Cabrera Espinosa y Juan A. López Cordero en un trabajo que nos revela interesantes datos catastrales de los cuales se deduce entre otras cosas que para entonces (1659-61) ya se había ampliado el casco urbano hasta la parte alta (calles, Moya, Gila, Horno Alto, Barrio, San Marcos…) y que con ello se había incrementado el número de vecinos hasta los 262, lo que equivalía a un total de unos 828 habitantes.

Entorno de San Marcos. Fuente: http://www.ign.es/iberpix2/visor . Dibujo: propio.
Entorno de San Marcos. Fuente: http://www.ign.es/iberpix2/visor . Dibujo: propio.

Estas nuevas calles (Moya, Gila, Barrio…) seguirán la misma alineación de Antolino (siempre que la topografía lo permitiera). Llegados a este punto habría que detenerse en «la plazuela de San Marcos» como aparece nominada en el mencionado expediente de privilegio, un espacio donde claramente se aprecia otra anomalía, pues no hay trazado renacentista que se precie donde se produzca un corte viario tal, máxime cuando la topografía no es obstáculo, luego tenemos que pensar que en origen se trataría de una plaza en cuyo centro quedaría la ermita, a la que a partir de algún momento se comenzarían a adosar casas, produciéndose ese doble giro de 90º en el vial.

Siglo XVIII.- La emancipación

Seguramente el aspecto más importante de esta centuria, también ampliamente tratado por el profesor Gila Medina, fue el de la emancipación de la villa (1778). Un asunto sobre el que nuestro cronista destaca las enormes dificultades que hubo de afrontar la población (concejo, clero y pueblo) para comprar su jurisdicción y deshacerse del yugo del marquesado que formaba parte de esa característica nobleza reaccionaria y rentista que tan poco contribuyó al progreso de este país. En palabras de Gila Medina, nunca hubo tanta unanimidad a la hora de sumar fuerzas.

De todos modos, en el siglo XVIII hay que destacar otros dos aspectos; la creciente fama de Cabra como villa santuario y el surgimiento de una actividad industrial, las fábricas de vidrio que terminarían empleando a un significativo número de cabrileños. Ambas cosas terminarían relacionándose como tendremos ocasión de comprobar. Posiblemente ese dinamismo económico contribuyera a la consecución de la ansiada independencia del marquesado de la Rambla y el paso a villa de Realengo. Otro episodio,

Respecto al primer asunto habría que destacar el auge de la religiosidad popular que se traduce en el aumento de las hermandades. Según el profesor  Gila Medina debió alcanzarse el centenar  de cofradías, motivo por el que surgieron ciertas polémicas  relacionadas con la ocupación de lugares más o menos privilegiados en los desfiles procesionales. Precisamente de ello nos habla Mª Amparo López Arandía en un trabajo que trata sobre el arraigo de esta advocación en la capital de provincia. Muy elocuente resulta el documento publicado por Ildefonso Alcalá Moreno donde nos habla sobre la polémica surgida entre algunos hermanos de la cofradía de Huelma que, habiendo sido expulsados, solicitaban al obispo su intercesión para que pudieran asistir a los cultos de Cabrilla.

Seguirían por tanto llegando donativos que en buena medida se emplearían en enriquecer el santuario, de tal forma que se continuaron las obras del Neoclásico campanario y se enriqueció el patrimonio mueble del templo con, entre otras actuaciones, la erección del retablo mayor. En el otro templo, la iglesia de Santa Ana, se encargó un nuevo retablo, de un barroco tan propio de este siglo, con un fuerte componente clásico que, una vez demolida la iglesia en 1917 se desmontó para su posterior instalación en el crucero (lado del evangelio) de la parroquia de la Expectación (recientemente ha sido restaurado). Entre las figuras destacables cabe mencionar al prior Juan José de la Moneda, quien dejó una interesante documentación de su paso por este santuario, siendo además, en palabras de Gila Medina, por su contribución al enriquecimiento del templo, uno de los más destacables priores de cuantos han pasado por aquí.

Restos de la fábrica de vidrio del Chantre. Fuente: propia.
Restos de la fábrica de vidrio del Chantre. Fuente: propia.

El siglo XVIII se caracteriza en España, entre otras cosas por una cierta inquietud dinamizadora de la actividad industrial, hasta el punto que desde la corona se impulsaron políticas que contribuyeran a que España pudiera sumarse a otros países europeos, que como Inglaterra habían desarrollado una importante actividad industrial que había contribuido sobremanera a su progreso. Cabría preguntarse si  el fundador de esta instalación manufacturera, el militar baezano Andrés Florencio de la Fontecilla formaría parte de aquella burguesía emprendedora o si se trataba de uno de los escasos nobles que se atrevieron a dejar de vivir de las rentas para iniciarse en actividades productivas. Sea como fuere, Soledad Lázaro Damas nos alumbra con interesantes datos que, entre otros nos revelan que la fábrica de vidrio ubicada en las faldas del cerro del chantre estuvo funcionando, al menos entre 1720 y 1787.  Este lugar se terminó convirtiendo en una pequeña aldea donde habitaban los trabajadores de la explotación industrial y donde llegó a existir hasta una capilla.

Diego Jerez Justicia nos habla de la probable existencia de otra fábrica de vidrio en el casco urbano del pueblo, lo que nos da una idea de la importancia que pudo adquirir esta actividad. Los datos económicos son muy reveladores, siendo con mucha diferencia sobre otras actividades como los tejares o las salinas, la que más peso económico tuvo. Tanto es así que el diccionario Bernardo Espinalt (1787) dice sobre Cabra que “el principal comercio de sus habitantes consiste en labrar vidrio, y esparto, y llevarlo a vender a los pueblos comarcanos…”, de ahí que, de manera indirecta también vivieran del vidrio un buen número de arrieros que según el catastro de Floridablanca (1787) eran 38, una cantidad que en el global de la población activa, unos 460 vecinos si consideramos que los 1842 habitantes censados en 1787 formaban una media de 4 miembros por vecino, lo que significaría más de un 8% del total, profesión tan sólo superada por los labradores y jornaleros. De ahí que en su momento propuse buscar en esta actividad el surgimiento de la cofradía local de los Arrieros, una congregación que llegó hasta los años sesenta del pasado siglo cuando, por orden del obispado se fusionó con la otra cofradía local, la de la Esclavitud. Queda así por tanto establecida esa relación de la que hablaba entre la devoción al Cristo de Burgos y la actividad industrial de la fabricación (y distribución) del vidrio. Cabe suponer por tanto que estos arrieros también contribuirían a la difusión de la devoción, de tal manera que resulta inevitable recordar leyendas sobre el modo en que llegó la devoción al Cristo de Cabrilla a localidades como la albaceteña Ayna, donde aún existe una ermita dedicada al Cristo de Cabrilla y donde una leyenda asocia su llegada a “un arriero andaluz”…

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