La Encina Milenaria, icono de nuestro patrimonio natural

Resulta incuestionable la actual sensibilización de la sociedad cabrileña con su patrimonio natural. No hace tanto que lugares como el Puente de Tierra o la Encina Milenaria pasaban desapercibidos para la mayoría. En muchos casos ni siquiera se conocían y en otros no se era consciente de su valor, pero hoy todos sabemos de su existencia y muchos hasta hemos tenido la curiosidad de conocerlos in situ. Para esa concienciación ha resultado fundamental la labor informativa que desde hace algunas décadas se viene dando, así, nuestra encina ha protagonizado ya innumerables fotografías, artículos, reportajes, vídeos y relatos por los que la sociedad ha terminado asimilando su valor… «patrimonial».

La encina «viendo pasar el tiempo». Fuente: Ramón Rivera.

Unos valores patrimoniales que todavía no cuentan con ninguna figura oficial de protección, pese a que hace tiempo que la sociedad los considera como tales. Incluso han trascendido del ámbito local y no son pocos quienes procedentes de otras localidades visitan esos enclaves. Recientemente nuestro Ayuntamiento fue reconocido con el Premio Jaén Única Tesoro Verde por considerarlo «un municipio que cuida de una encina considerada como un monumento natural único«. Pero, ¿qué es el patrimonio natural?

El Patrimonio Natural es el conjunto de bienes y riquezas naturales, o ambientales, que la sociedad ha heredado de sus antecesores y, entre otros, está integrado por:

  • los monumentos naturales constituidos por formaciones físicas y biológicas o por grupos de esas formaciones que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico.
  • las formaciones geológicas y fisiográficas y las zonas estrictamente delimitadas que constituyan el hábitat de especies animal y vegetal, amenazadas o en peligro de extinción.

Para que un valor sea considerado oficialmente patrimonio natural, ya sea monumento natural, paisaje protegido o cualquier otra figura, debe iniciarse un expediente y tras su aprobación por el órgano competente, que en este caso es autonómico, tomar las medidas necesarias para su preservación.

Al margen de los indiscutibles valores patrimoniales que atesora el Puente de Tierra, sin duda un enclave merecedor de contar con algún tipo de protección, hoy trataremos sobre el otro icono de nuestro patrimonio natural, pues tenemos la suerte de contar con uno de los escasos árboles milenarios que quedan en la península ibérica y ello es motivo sobrado para que nuestra Encina Milenaria sea declarada Monumento Natural. Probablemente ello ocurra próximamente, pero mientras llega ese reconocimiento nos acercaremos al aspecto más «humano», o sea, a lo más cotidiano de esa interacción del hombre con el medio. Para ello contamos con los testimonios del último propietario de la finca donde está situada, quien me hizo partícipe de algunas anécdotas y experiencias personales. Por ello, antes de nada, quiero dar las gracias a Pedro José Rull por esa inquietud y enorme sensibilidad que siempre ha demostrado con el patrimonio natural en particular y con el medio ambiente en general.

Encina Milenaria. Fuente: Ramón Rivera Juárez.

Situada en el cortijo de la Viña, antiguamente llamado de San Juan, ocupa un espacio cercano al camino, en una amplia parcela de 32 hectáreas dedicadas a cereal donde, durante el siglo XIX hubo una viña, de ahí el nombre actual de la finca. Ya le hemos dedicado un post donde más o menos damos cuenta de sus características y de todo podemos concluir que se trata de uno de los escasos testimonios que quedan de la vegetación que hasta no hace tanto predominaba en estos parajes. Una transformación del paisaje que milagrosamente no ha terminado con este hermoso ejemplar de encina, tal y como Pedro me comentó durante una enriquecedora conversación en la que me contó que no hace tanto que esta parcela contaba con muchas más chaparras grandes, matas de encina y retamas, de ahí que familiarmente fuera conocida como «El Matorral».

Durante el verano de 2006 un bello ejemplar de águila real había anidado en nuestra encina. Una tarde, Pedro escuchaba un sonido extraño que procedía de una balsa de riego cercana, así que se asomó y comprobó que se trataba de los graznidos que emitía el águila que estaba atrapada en el agua.

No sabía qué hacer… cogí una goma de riego, la lancé y el animal la enganchó con el pico. Comencé a tirar suavemente y conseguí salvarla, aunque estaba herida. Llamé a la Guardia Civil y vinieron del Seprona para llevarla a un centro de recuperación de rapaces. Me dijeron que si quería apadrinarla y acepté gustoso…

Nido del águila que habitó la copa de la encina milenaria. Fuente propia.

Pedro estaba muy orgulloso de aquel episodio. Una bella página en la historia de este paraje protagonizada por dos de sus ocasionales habitantes, afortunadamente con un final feliz. También me enseñó una moneda medieval que encontró muy cerca. Creemos que se trataba de una blanca de Vellón de la época de Enrique III, al que llamaban «El Doliente» y que era el abuelo de Isabel la Católica, luego estamos hablando de los tiempos anteriores a la repoblación de la villa acaecida en 1545, lo que testimonia el tránsito humano por estos territorios incluso en la época previa a la conquista de Granada, cuando Cabra era un despoblado donde cristianos y musulmanes se disputaban los pastos de lo que entonces era una rica dehesa.

Le sorprendía que tratándose de un árbol tan singular aún no se hubiera declarado monumento natural;

…Es cierto que forma parte de un catálogo de árboles singulares, pero debería aspirar al mayor grado de protección posible…

Encina Milenaria. Fuente: Salvador Guidú Gutiérrez

La agricultura y ganadería extensivas constituyeron la principal actividad de esta antigua dehesa, pero a partir del siglo XIX todo comenzó a cambiar y el paisaje inició un proceso de cambio que aún continúa. Las roturaciones agrícolas y otras actividades como el carboneo acabaron con miles de encinas en esta zona, aunque también existen testimonios que revelan la inquietud de algunos antepasados por preservar esta vegetación. Como un documento que Pedro me envió; un acta de una Sesión del Consejo de Familia que se fundó para defender los derechos de dos menores huérfanas. Consejo que se creó en 1920, cuyas actas están recogidas en un Libro-Diario de 100 páginas que comprende el periodo comprendido entre 1920 y 1930, es decir hasta que alcanzaron la mayoría de edad, o se casaron.

El acta en cuestión está fechada el 2 de abril de 1927 y la firman todos los miembros del Consejo de Familia que administraba las fincas que estas dos menores habían heredado de su tío-abuelo, don Miguel Rodríguez Pajares, o sea, el que aún se recuerda en nuestro pueblo como el Tío Miguel Rodríguez, aquel peculiar personaje que llegó a ser Alcalde y que nos dejó tantas anécdotas que aún perviven en el imaginario colectivo.

Las fincas heredadas eran los cortijos de Hidalgo y las Tinadas, sobre las que propuso el tutor que, con el ánimo de obtener mayores ingresos para las menores se considerase la conveniencia de proceder a la roza y entresaque de parte del monte (matas y arbolado) para dedicarlo al cultivo, acordándose;

«… Después de amplia discusión en la que llegó a concretarse que para que no desapareciera el monte debían respetarse unos mil pies de encina…»

Hoy en día, las chaparras se alinean por las lindes de las fincas y algunos ejemplares de encina todavía descuellan por encima de las copas de los olivares. Un olivar que cada vez se adueña más del paisaje y para ello basta la observación de una comparativa de una ortofoto actual con otra de mediados del pasado siglo:

Estos no son más que unos breves episodios acaecidos recientemente en el entorno de este árbol con siglos de existencia, durante los cuales, seguro que se han desarrollado muchas más anécdotas e historias, como las que nos contaría nuestro árbol si tuviera la capacidad de hablar. Historias de gentes, como aquellos pastores que con sus ganados sesteaban bajo sus ramas durante las cálidas tardes de estío… o las de los centenares de labradores, vendimiadores y segadores que descansaron bajo tan reconfortante sombra durante y después de la comida, antes de reiniciar su dura jornada. Nuestro árbol también ha contemplado el paso de miles de viajeros transitando por este secular camino que unía nuestro pueblo con otros de la vecina provincia de Granada… y ha sido testigo de un proceso de transformación del paisaje, letal para su especie,  aunque nuestra encina siga ahí…

Apenas hace unos días que la parcela que ocupa nuestra encina ha sido sembrada de olivos, quedando los más cercanos a escasos metros de sus ramas. Ni que decir tiene que, aparte de la competencia entre especies arbóreas, el principal perjuicio será el impacto paisajístico por el que se terminará transformando este paraje. Imaginemos nuestra encina rodeada de olivos. Uno de los escasos árboles milenarios de la Península Ibérica, testimonio de vegetación relicta y de altísimo valor patrimonial, cuya conservación debe estar por encima de todo. Por eso es tan importante la declaración de Monumento Natural. Un expediente que debe impulsar la sociedad al unísono y que no se puede demorar más.

Sólo con la protección necesaria garantizaremos que la Encina Milenaria continúe testimoniando aquel pasado, esperemos que por muchos años más, así que esperemos que pronto ostente el título y la consideración patrimonial que merece tan noble y venerable ejemplar de árbol. Porque, como nos cuenta el relato en este maravilloso vídeo, si hablara, nuestra encina nos lo diría… nos diría que sigue aquí porque es… la vida… la vida eterna…

Firma esta petición en Change.org si crees que la encina milenaria debería ser Monumento Natural. Es muy sencillo, basta con un click y estarás contribuyendo a ello.

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