Preservar nuestro paisaje

Según el Convenio Europeo del Paisaje acordado en 2000 en la ciudad de Florencia y puesto en marcha por España en 2008, los conceptos de Patrimonio Cultural y Natural se fusionan por primera vez en una visión integral del paisaje que contempla tanto los aspectos naturales como los culturales. Además introduce la dimensión social del paisaje y le otorga la consideración de elemento de bienestar, dando especial cobertura a la relación que se establece entre el ser humano y el medio que habita.

Cuando se cumplen tres años del fatídico incendio que calcinó más de 10.000 hectáreas de monte de los términos municipales de Quesada, Huesa, Cabra del Santo Cristo y Larva, una visita a la zona cero resulta recomendable para que tomemos conciencia de la importancia de preservar nuestro paisaje. Pero en nuestro entorno más cercano se han producido otros incendios que, si bien no han afectado a tantas hectáreas, han resultado igualmente devastadores para espacios de enorme fragilidad ambiental. Sirva de ejemplo el que calcinó cerca de quinientas hectáreas en el paraje de las Altarillas, afectando a los términos municipales de Jódar y Cabra.

Los incendios forestales resultan devastadores para el paisaje, pero por desgracia no se trata de las únicas amenazas como tendremos ocasión de ver, pues la pérdida de suelo alumbra un futuro poco esperanzador y la merma de superficie de nuestras estepas leñosas en favor del olivar están causando verdaderos estragos a nuestra biodiversidad.

Josep Cuatrecasas, el ilustre botánico que herborizó en Sierra Mágina allá por los años veinte del pasado siglo, comenzó precisamente en Cabra sus trabajos, aunque se centró exclusivamente en la Sierra Cruzada al interpretar que sólo ésta formaba parte de Sierra Mágina, pues él consideraba que otros accidentes del término como el Chantre, la Umbría, y otras elevaciones de la zona Este estaban asociados a los del otro lado del Guadriana Menor, o sea, a la Sierra de Cazorla.

Se reconoce en el Convenio Europeo del Paisaje un instrumento clave para visualizar einstrumentalizar de manera sostenible el territorio a través del paisaje, lo que implica reconocer una nueva relación entre la sociedad y la naturaleza. La instrumentalización de este Convenio impulsa los inventarios de los paisajes, algo que en España queda evidenciado en el Atlas de los Paisajes de España del Ministerio de Medio Ambiente (2003). De esta manera, el territorio de contacto entre las comarcas de Mágina y Cazorla está identificado como «valles intramontañosos béticos», bajo la unidad «valle del Guadiana Menor», un espacio diferenciado que forma parte de los términos municipales de Cabra, Jódar y Larva, en la comarca de Sierra Mágina, y Quesada, Huesa e Hinojares en la comarca de la Sierra de Cazorla. Un territorio que atesora valores que por sí solos merecerían algún grado de protección. Sólo en nuestro término municipal se me ocurre la Encina Milenaria, que bien podría declararse Monumento Natural, o el Puente de Tierra, cuyo espacio inmediato también atesora valores suficientes para su especial protección.

Pero existen otros interesantes enclaves como la peña del Cambrón (Quesada), que aparte de sus valores paisajísticos resulta un magnífico observatorio de rapaces. Los Pinares de Jódar, una considerable masa forestal cuyos aprovechamientos se han compartido históricamente entre los concejos de Jódar y Cabra. Finalmente destacaría la desecada laguna de San Pedro (Larva), que en años lluviosos se ha vuelto a inundar, reivindicando un pasado no muy lejano cuando este humedal conformaba un espacio único en un territorio caracterizado por su aridez.

Este territorio pertenece a dos comarcas, pero mantiene cierta unidad y una indiscutible
calidad escénica, de elaboración histórica, ecológica y natural que ha conseguido o mantenido a lo largo de los siglos. El paisaje de este histórico corredor de comunicaciones también atesora un interesante patrimonio cultural, como los cascos históricos de Jódar y Cabra, el primero recientemente declarado Conjunto Histórico Artístico y el segundo con incuestionables valores que también lo harían merecedor de este reconocimiento, restos prehistóricos como los enterramientos y megalitos encontrados en Cabra y Collejares, restos íberos como los del cerro Castellón de Larva, o Castellones de Ceal, atalayas y castillejos de época hispano-musulmana, arquitectura popular como las casas-cueva del Panderón, junto a la peña del Cambrón, las de la estación de Huesa y la de Jeromillo, ésta última en los Pinares de Jódar, o emblemáticas obras de ingeniería civil como el viaducto del Salado y todas las que jalonan los más de treinta kilómetros de este tramo de la línea férrea de Linares a Almería.

El Consejo de Europa considera que todo el territorio es paisaje y que el paisaje es donde se refleja la cultura territorial de la sociedad que a lo largo de los siglos lo ha elaborado, por esa razón se convierte en factor de identidad, recurso patrimonial y elemento singular de cada ámbito geográfico. De esta manera, la inclusión del paisaje en el ordenamiento jurídico establece instrumentos y mecanismos que hacen posible su integración en el patrimonio. El instrumento idóneo para actuar en los paisajes es la ordenación territorial. Paisaje y territorio interactúan, por ello no hay decisión en materia de política territorial que no se manifieste en el paisaje.

Los conceptos claves de la planificación física del territorio son; CALIDAD, grado de excelencia que justifica la preservación de un espacio; FRAGILIDAD, susceptibilidad o potencialidad de deterioro a ser modificado de un modo irreversible ante cualquier acción externa; CAPACIDAD, disponibilidad de un territorio para acoger una determinada actividad; IMPACTO, cualquier intervención humana que modifica el medio natural.

Dada su CALIDAD natural y, sobre todo su FRAGILIDAD, esta unidad paisajística diferenciada bien podría convertirse en un pasillo que bajo alguna figura de protección conectara los Parques Naturales de Cazorla, Segura y las Villas con el de Mágina. Ello contribuiría sin ninguna duda a luchar contra las amenazas que lo acechan.

Como algunas de las que se han hecho eco en determinados colectivos ecologistas que vienen a cuestionar la CAPACIDAD de nuestro paisaje para albergar determinadas actividades por el IMPACTO que estas producen. Como las que afectan a nuestras estepas leñosas, que se ven colonizadas a pasos agigantados por grandes extensiones de olivar, en ocasiones de carácter intensivo, que en un clima subdesértico y con tierras muy ricas en yeso y por tanto muy poco favorables para este cultivo terminarán provocando la consiguiente sobrereexplotación de los acuíferos. Algo que unido a los aportes de abonos químicos, imprescindibles para ese tipo de agricultura, resulta un grave riesgo para la población. Además, este tipo de ecosistemas son ricos en especies en grave peligro de extinción, especialmente aves. La Sociedad Ibérica para el Estudio y Conservación de los Ecosistemas ha advertido sobre el preocupante futuro de las estepas cerealistas, sus aves, y en general, el modelo agrario tradicional que parece abocado a la desaparición;

«… de poco sirve proteger a la fauna si sus hábitats están siendo transformados cada día con plantaciones de leñosas mucho más rentables y subvencionadas. En el manejo intensivo de estos nuevos usos del suelo, la biodiversidad parece no tener cabida. Debemos actuar ya, si no queremos que la vida silvestre en el campo andaluz se apague».

Son nuestros valores ambientales y culturales los que junto a actividades tradicionales y sostenibles como la ganadería extensiva, o la explotación de recursos como el esparto, los que conforman el paisaje de este territorio a caballo entre las sierras de Mágina y Cazorla. Dos zonas de excelencia declaradas Parque Natural y, en el caso de Cazorla, también Reserva de la Biosfera (máximo reconocimiento de la UNESCO para un espacio natural), que las convierten en «islotes de prestigio», con lo pernicioso que ello resulta para otros paisajes aledaños que como el nuestro quedan ensombrecidos.

El tiempo ha demostrado que hay que ir más allá de las propuestas conservacionistas por crear esos «islotes de pretigio». Sirva como botón de muestra los reiterados titulares y declaraciones que en los momentos más duros de los incendios mencionados destacaban la no afectación de los espacios protegidos, restando con ello importancia y valor a las áreas calcinadas. Es como engañarnos a nosotros mismos.

Por todo lo expuesto podemos concluir que un paisaje protegido sensibiliza mucho más a la sociedad, aunque ello vaya contra los dictados del mencionado Convenio Europeo del Paisaje. De todos modos, cada vez surgen más voces que denotan ese compromiso que cabe esperar de la sociedad civil, por lo que una labor de concienciación continúa resultando fundamental. Se ha de insistir en la ardua labor que supondrá la conservación de nuestros paisajes ante las amenazas expresadas y para ello hay que trabajar en la búsqueda de métodos que impidan la pérdida de suelo, se tendrá que luchar contra intereses particulares que sólo buscan rentabilidad a corto plazo y, volviendo al asunto de los incendios, hemos de aceptar que la recuperación de los espacios afectados durará décadas. En el caso de las Dehesas del Guadiana, seguramente nuestra generación no volverá a ver esta zona como era. Debemos por tanto evitar caer en la autocomplacencia y pese a las noticias que nos hablan de ingentes recursos, no bajar la guardia. Esa visita a la zona cero despejaría dudas, de todas formas hoy traemos una imagen cuya rotundidad expresa a la perfección lo que pretendemos.

Para finalizar, quiero rescatar un texto y una imagen que asocié al triste suceso y que creo refleja el estado de ánimo de tantos como amamos estos paisajes, en buena medida afectados por aquel salvaje incendio de Julio de 2015:

El segador. Arturo Cerdá y Rico

No era nuestra idea publicar hoy esta fotografía, pero después de la catástrofe que ha supuesto el incendio originado en las dehesas del Guadiana y que ha arrasado miles de hectáreas, hemos pensado rendir un modesto homenaje a todas esas personas que históricamente han compartido estas tierras comunales de los términos municipales de Quesada y Cabra. Donde se juntan las lindes de las dos sierras hermanas -Mágina y Cazorla-, y donde el árido y atormentado relieve atesoraba bravíos pinares centenarios y enormes extensiones repobladas durante décadas, en lo que supuso una de las más arduas obras de la ingeniería de montes. Siglos de acuerdos y de pleitos entre ambos concejos para que sus gentes aprovecharan lo que esta aspereza les pudiera dar; allí donde fuera posible cultivos y donde no, pastos para sus ganados, hierbas aromáticas, caza, esparto…

Un repaso a la obra de Cerdá y Rico revela esa relación existente, prodigándose cristales de Larva -que por entonces pertenecía en lo político a Cabra-, de Collejares, Tiscar, Belerda, Quesada, Cazorla… El vado de la venta del Barco sobre el Guadiana Menor testimonia sus viajes a lomos de una caballería y las numerosas fotos de los trabajos de la extracción de la madera en la sierra, o de pastores en sus refugios, su interés por la vida serrana… Pero hoy la foto con la que identificamos la tragedia es ésta que algunos identifican como “el segador”. Se llamaba Juan Manuel, el de la Fandanguera para más señas, pero eso es lo de menos. Lo que queremos destacar es la “violencia” del retrato; una humilde vestimenta que apenas deja ver la piel quemada, casi muerta, y que concentra nuestra mirada en el rostro, con ese gesto que expresa el cansancio de quien apenas le queda aliento para seguir viviendo. Un retrato que nos produce sensaciones contradictorias; asombro e incredulidad, rechazo y condescendencia… Un rostro que también lleva impreso el carácter de las gentes de esta tierra; sufridos y curtidos trabajadores que durante siglos han arañado la tierra y han implorado al divino para que los elementos les fueran propicios. Nos vienen a la mente los centenares de familias que habitaron aquellos cortijos de la Cumbre, la Campana, el Collao, la venta de la Malagueña, la Urraca,… y otras como las que colonizaron las cuevas del Panderón, o las de la estación de Huesa… Veredas y cañadas de secular tránsito e intercambio entre pueblos hermanos han sido como cordones umbilicales por los que lo político ha quedado en anécdota, porque tanto tiempo compartiendo no entiende de límites. Hoy, ante la adversidad nos volvemos a abrazar como esos parientes tan cercanos que somos y aunque la tristeza y la desolación no evitará nuestro llanto, con apenas el tiempo de “lamernos las heridas” hemos de levantarnos para afrontar el futuro con la ilusión de recuperar nuestros paisajes…

10 de julio de 2015, Ramón López en el grupo de Facebook «Fotos para el recuerdo» de Cabra del Santo Cristo

 

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