Montes de sol y piedra

Resulta incuestionable la carga histórica y emocional del topónimo «Cabra del Santo Cristo», pero cuando la plantilla con la que estaba diseñando este sitio web me propuso un subtítulo me asaltaron serias dudas, pues tendría que ser algo sugerente… lo suficientemente atractivo y explícito como para describirnos, pero conciso cual eslogan publicitario. No resultaba fácil…

La comarca de Mágina se va conociendo gracias, entre otras cosas a sus valores paisajísticos, culturales y a determinados productos de excelencia como su aceite con denominación de origen. Su nombre además de sugerente tiene una musicalidad que lo hace atractivo… «Mágina» suena muy bien… hasta es el nombre imaginario de la ciudad donde se desarrollan algunas de las novelas del afamado autor comprovinciano Antonio Muñoz Molina, así que «Mágina» es una marca y Cabra forma parte de su territorio, por lo que pensé que resultaba obligado utilizar ese nombre para la frase mágica que estaba buscando. Un magnífico eslogan para, como se dice ahora «vender» el municipio.

Después de muchas vueltas, «…en los confines de Mágina…» fue la frase elegida. Una frase cierta pero con un mensaje que no me terminaba de convencer porque, ya que utilizábamos esta marca, quedarnos en la periferia no era igual de atractivo que estar en el centro. «En el corazón de Mágina…» sonaría mucho mejor, no hay ninguna duda, pero mentiríamos si esa hubiera sido la frase elegida, porque en lo geográfico, Cabra es la periferia de la periferia. Lo cierto es que, de utilizar esa metáfora, Cabra sólo está en el corazón de sí misma.

Un enclave, a caballo entre estos dos macizos montañosos (Mágina y Cazorla), en una áspera zona de transición, pero que también alberga otros valores que la singularizan.  De eso se trata, de intentar, por medio de este escaparate, transmitir la personalidad de un territorio en el que la presencia humana se pierde en la noche de los tiempos. Milenios de interacción que nos dejaron testimonios del paso de diferentes culturas que hacen que la actual división territorial apenas suponga una anécdota en tan dilatada historia. Pero es que además, esas demarcaciones trazadas por el poder político tampoco fueron nunca un obstáculo para ese fluir humano. Calzadas, caminos de herradura y vías pecuarias dieron el testigo al ferrocarril cuando la modernidad se intentaba abrir paso por estos territorios, y luego, esa misma situación geográfica nos aisló cuando el asfalto comenzó a alfombrar los caminos. Por otra parte, alguien tiene que estar en la periferia, luego hagamos de ello parte de nuestra identidad.

Somos un municipio fronterizo con una situación geográfica que pertenece en lo político a la comarca de Mágina y por ende a Jaén, pero con unos lazos históricos y afectivos muy fuertes con las vecinas comarcas de Cazorla y de los Montes Orientales granadinos. Desde Úbeda, o sea, desde el corazón de la tierra jaenera llegaron nuestros antepasados para poblar estos territorios, pero puede que la blancura invernal de esa Sierra Nevada que se dibuja tras el perfil de Cabrilla motive que también tengamos vocación de granadinos. Un archipiélago de montañas satélites que prolongan Mágina hasta casi alcanzar las bravías crestas de la sierra de Quesada son los hitos que marcan nuestro territorio. Cumbres que acogen manantiales, vegas y huertas… aunque también ásperas ramblas y atormentados relieves… dehesas y campos de cultivo que componen este «pachwork» donde confinan las dos montañas, las dos provincias y las tres comarcas hermanas.

No resulta fácil explicarlo en una sóla frase, lo reconozco, por eso, cuando hace unos días recibí un mensaje de un amigo con unos versos de Machado caí en la cuenta:

Un año más. El sembrador va echando
la semilla en los surcos de la tierra.
Dos lentas yuntas aran,
mientras pasan las nubes cenicientas
ensombreciendo el campo,
las pardas sementeras,
los grises olivares. Por el fondo
del valle del río el agua turbia lleva.
Tiene Cazorla nieve,
y Mágina, tormenta,
su montera, Aznaitín. Hacia Granada,
montes con sol, montes de sol y piedra.

Nuestro paisaje fue descrito así por el universal poeta sevillano y vi en esos «montes de sol y piedra» las mismas cumbres que se prolongan desde Mágina, quedándose a un suspiro de sus sierras hermanas. Esos montes de sol y piedra que veía Machado eran los nuestros. Me vi reconocido en ese paisaje descrito con tal precisión y belleza, así que pensé que esa era la frase que andaba buscando.

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