El término paisaje tiene varias acepciones, desde el punto de vista social y divulgativo el paisaje es la percepción sensorial de un territorio por parte de un observador. Desde el punto de vista geográfico es la fisonomía que presenta el medio natural. Ese medio natural normalmente está alterado, pues ese paisaje es fruto de las interacciones del hombre con la naturaleza, así que al aspecto físico o natural hemos de sumar el aspecto socioeconómico como elemento que lo modela. Pero hay otro factor que resulta interesante tener en cuenta para entender nuestro territorio, el tiempo. O sea, comprobar la evolución que éste ha tenido a lo largo de un periodo de tiempo.
Se trata de algo cuyo análisis podría constituir una ardua labor, pero aquí sólo haremos un breve acercamiento, analizando ciertos detalles de un proceso que comprende algo más de medio siglo, concretamente los años que van desde el primer vuelo que fotografió nuestro casco urbano, algo que sucedió en 1956, cuando el ejército de EEUU en plena Guerra Fría decidió cartografiar Europa, hasta uno de los más actuales obtenido, en este caso de los datos del Instituto Geográfico Nacional.
En 1956 se mantenía un callejero prácticamente igual al que representó el plano del Instituto Geográfico y Estadístico de 1896, aunque ya se habían acometido las obras de infraestructura necesarias para amortiguar las posibles avenidas en el barranco de las Cuevas y otras como el parque surgieron al otro lado del barranco donde ya estaban construidos algunos edificios industriales. A comienzos de los ochenta ya estaba configurada la que se llamó «barriada de la Paz», donde estaba el colegio, el campo de fútbol y otros edificios como la cooperativa «Cristo de Burgos», o el fallido hotel, junto a la piscina municipal. En 2007 ya vemos configurada la nueva barriada de Andalucía y la de San Blas, así como la del Moralejo y el polígono industrial. Finalmente, en la ortofoto actual el cambio más significativo son las nuevas instalaciones deportivas que ocupan el espacio de la antigua era comunal de San Sebastián.
Las necesarias viviendas que se construyeron durante la década de los años sesenta en la zona del parque descongestionaron el casco histórico de un pueblo ya en declive poblacional, pero que aún mantenía cierto dinamismo. Después, durante los ochenta, la industria textil logró fijar población, aunque los procesos de deslocalización de este sector se llevaron la producción a países en vías de desarrollo. Eran los albores del actual siglo XXI, así, nuestro sector secundario se ha visto muy castigado y en la actualidad apenas es testimonial, aunque otras industrias del sector terciario se han consolidado, como aquellas relacionadas con el turismo, especialmente en lo que a restauración se refiere. O los cuidados a personas mayores, que gracias a las ayudas de la Administración emplean a un considerable número de personas.
No entraré en más detalles, saquen ustedes sus propias conclusiones, aunque sí haré una lectura que resulta muy evidente; la superficie construida, prácticamente se ha duplicado en los últimos sesenta años, mientras que la población se ha visto reducida casi a una cuarta parte, así, hemos pasado de los 6741 habitantes del año 1956 a los 1937 habitantes actuales (realmente esos eran los habitantes en 2015, pues según los últimos datos continúa bajando la población y ya se ha situado por debajo de los 1900 habitantes).
Es cierto que durante la década de los cincuenta hubo una intensa actividad industrial que incluso atrajo mano de obra desde otras localidades cercanas, de tal forma que vivían varias familias en una misma casa, pero es que además estaban habitados otros núcleos como las estaciones de Cabra y de Huesa, donde residían varios cientos de personas, así como numerosos cortijos del término. Tampoco hemos de olvidar que las Cuevas era entonces una populosa barriada. Los planes de modernización que introdujeron los tecnócratas del régimen en 1959 motivaron un enorme éxodo poblacional desde la España rural hacia las grandes ciudades. Ello, unido al radical cambio de modelo productivo que motivó el colapso de la industria del esparto fue el detonante de este constante declive demográfico.
Una última reflexión; ha quedado claro que la huella de esa interacción del hombre con la naturaleza modela el paisaje y que gracias a ello disfrutamos de elementos culturales que le dotan de valor y que es necesario preservar. A las infraestructuras hemos de sumar la tipología constructiva, así como los recursos culturales (patrimonio monumental, arqueológico, industrial, etnológico…), elementos paisajísticos de impacto positivo, pues el impacto no tiene porqué ser negativo y sirva de ejemplo la importante labor de repoblación llevada a cabo en la Sierra Cruzada, algo que se aprecia perfectamente si comparamos estas ortofotos. Pero lamentablemente no estamos exentos de patologías que afectan negativamente al paisaje, aunque ello formaría parte de un diagnóstico que no es el objetivo de este post, así que hemos de confiar en que esos aspectos tenderán a corregirse en pro de un paisaje donde la armonía y la sostenibilidad destaquen, contribuyendo con ello a mejorar la calidad de vida de las generaciones venideras.
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