El Marquesado de La Rambla

El acuerdo por el que Jerónimo de Sanvítores cede el lienzo del Cristo de Burgos a la villa de Cabra significará el inicio de una estirpe que alcanzará altas cotas entre la nobleza española, no obstante su relación con Cabra del Santo Cristo finalizó en buena medida cuando en 1778 el pueblo consigue enajenarse de este vasallaje, pero el poso de la historia permanece imborrable, de ahí que el nombre del marquesado de La Rambla permanezca inexorablemente unido a nuestro pueblo. Pero hagamos un breve repaso sobre el surgimiento de este título, así que tomando como fuente una publicación de Lázaro Gila Medina que resulta fundamental para su conocimiento[1], comprobaremos lo indeleble de esa relación pese a sus luces y sombras.

En aquella España cuyo agotamiento imperial no sólo se advertía, sino que se materializa con la pérdida definitiva de la hegemonía de la Corona Hispánica, la nobleza seguía jugando un papel muy importante, pero no todos los nobles eran iguales, así que podríamos decir que nuestro protagonista, Jerónimo de Sanvítores, caballero de la Orden de Santiago y procurador de las Cortes de Castilla pertenecía al escalafón más bajo. Parece que don Jerónimo no gozaba de muchos favores de la corona, pues su destino no era de los más atractivos debido a que el corregimiento de Guadix era uno de los lugares más pobres y alejados de la Corte, así que podemos decir que los providenciales sucesos de Cabrilla fueron muy hábilmente aprovechados por el legítimo propietario del lienzo del Cristo de Burgos para progresar en ese escalafón, aunque don Jerónimo no pasará de ostentar el título de Señor de Cabrilla, título que heredaría su primogénito don José de Sanvítores, el hermano de aquel jesuita martirizado en la isla de Guam (Diego Luís de Sanvítores) del que ya hemos tratado en este blog.

La grave crisis demográfica, las guerras, las epidemias, las malas cosechas, o la disminución de los caudales procedentes de América acarrearon graves consecuencias económicas con constantes bancarrotas, así que una de las medidas adoptadas por la Corona para paliar la maltrecha economía de la hacienda real consistió en la venta de pueblos realengos para convertirlos en señoríos.  Por otra parte, la activa participación del hijo de don Jerónimo de Sanvítores en la toma de Tarragona durante el levantamiento de Cataluña, así como otros episodios donde se destacó en la defensa de la corona contribuirán a su reconocimiento por parte de Felipe IV, de esta manera, en 1659 compra la jurisdicción de la villa José de Sanvítores de la Portilla y Alonso de Maluenda y en 1682, reinando Carlos II, el por entonces Vizconde de Cabrilla se convierte en el primer marqués de La Rambla de Cabra del Santo Cristo. 

Este noble se establece en la ciudad de Úbeda, pues Cabrilla formaba parte de esta importante ciudad nobiliaria, manteniendo el patronato de la iglesia de Cabra, donde sus escudos de armas permanecen bien visibles, tanto en la fachada exterior como en el retablo mayor, así como un palacio -derribado en 1983- que se construye a escasos metros del templo, ocupando, junto al que levantó el entonces prior Palomino de Ledesma buena parte de una nueva manzana que redujo las iniciales dimensiones de la plaza y que motivó a partir de ese momento que la fachada principal del santuario tuviera una visión sesgada, algo que nos da la dimensión de su poder. Un poder político por el que esta villa, anteriormente dependiente de la ciudad de Úbeda se convertirá en el territorio donde esta nueva estirpe de la nobleza castellana obtenga suculentos beneficios, no sólo por los réditos de sus numerosas propiedades, sino porque apenas permitían que algo escapara a su control, desde la elección de los cargos más importantes del Ayuntamiento, hasta la gestión de los impuestos, pasando por los beneficios de las escribanías. El hecho de tener la propiedad de dos de los tres hornos locales nos da idea de este dominio, algo, que por otra parte resultaba habitual en aquella España.

Durante el Siglo de las Luces se promovieron profundos cambios que desencadenaron cierto protagonismo de una incipiente burguesía en detrimento de aquella nobleza rentista que a menudo se vio superada por emprendedores y ello tuvo su reflejo en Cabra con el surgimiento de la industria vidriera, cuyo fuerte impacto económico escapaba al control del marqués. Una élite local debió ver la oportunidad de prosperar, así que para ello resultaba crucial emanciparse del yugo del vasallaje y aquí hemos de sacar a colación una figura que protagonizó aquella lucha por la que «el pueblo» arrancó al marqués «su libertad», se trata de Matías Ventura Rodríguez, quien fuera escribano del municipio y por tanto nombrado por el propio marqués, pero quien muy hábilmente vislumbró la oportunidad por la que se terminaría convirtiendo en un verdadero «lider» que, después de ser destituido de su cargo terminó siendo nombrado Alcalde Ordinario una vez que Cabra obtiene su independencia.

Pero además, resulta que nuestro hombre era poseedor de un considerable patrimonio, pues según consta en un pleito de la Real Chancillería iniciado en 1782 y al que hemos tenido acceso se detallan entre parte de sus bienes; «el cortijo de Segura en Quesada, el de Picorro en Quesada, el de Perea y un molino de pan en Cabra, el molino de pan de Polera y el del Pulido en Huelma; el horno de fabricar vidrio de Cabra; una casa en Cabra y otro horno de vidrio en la villa de Cortes…». El horno de vidrio no era el del Chantre, sino otro que existió en el casco urbano, justo en lo que se conocía como casa de «la Tercia», situada en la confluencia de la calle Real con Moya, de cuya existencia ya dio cuenta Diego Jerez Justicia, quien siendo niño asistió a la demolición del viejo edificio y pudo ver el gran horno y soladas de vidrio verde botella

Parece claro que Matías Ventura Rodríguez supo medrar para obtener pingües beneficios tras la batalla personal librada con el marqués, de manera que hizo bueno el refrán de «a rey muerto rey puesto», así, pese a que habría que ahondar en el conocimiento de esta controvertida figura, parece que fue él quien vino a ocupar el espacio que dejaba el marqués al convertirse en lo que podríamos llamar un nuevo cacique cuya estirpe sospechamos que se prologará hasta bien entrado el siglo XX cuando otro Rodríguez cuyo recuerdo aún se mantiene en el imaginario colectivo (el que fuera conocido como «Tío Miguel Rodríguez») también llegó a ser Alcalde.

Esa sospecha del despótico comportamiento de don Matías toma cuerpo tras la lectura de ese pleito donde se expresa que » don Mathías Bentura Rodríguez por notoriedad ha sido escribano del número en la referida villa de Cabra del Santo Cristo, cuya única escribanía se ejerce en el día por su hermano (Antonio José Rodríguez): los Alcaldes son de la facción del mismo don Mathías y este tiene espótico manexo en dicha villa…». Parece claro por tanto que aquel escribano puesto y posteriormente cesado por el marqués se terminaría convirtiendo en uno de los prohombres de Cabrilla, eso sí, dejándose acompañar por otros principales y, por supuesto, con el favor del clero, aunque sospechamos que el pueblo llano seguiría más o menos igual que en tiempos del marqués.

Precisamente fue el último marqués efectivo de Cabra, Martín de Orozco y Argote de Molina quien alcanzó para la estirpe la consideración de Grandes de España gracias a su papel en la defensa de Úbeda durante la Guerra de la Independencia, de tal modo que Fernando VII otorgó este reconocimiento «para sí y sus sucesores» el 16 de octubre de 1816. Así, desde su hermoso palacio de Úbeda seguirían administrando sus propiedades y dedicándose a otras empresas como la emprendida por Amalia de Orozco y Loring, quien fundó en Úbeda el segundo de los paradores nacionales gracias a su hábil gestión durante la visita que el rey Alfonso XIII hizo a Úbeda en 1926, cuando se hospedó en el palacio de los marqueses de La Rambla, lo que es una clara muestra del estatus y consideración de la que gozaban. Pero la relación con Cabra nunca desapareció, sobre todo en lo referido a la devoción al Cristo de Burgos, así, en 1929 la marquesa dona 100 pesetas como contribución a la adquisición del nuevo trono de plata Meneses del Cristo de Burgos y en 1948 la hermandad de la Esclavitud nombra hermano mayor honorario a don Fernando Meneses de Orozco y Orozco, XI Marqués de La Rambla de Cabra del Santo Cristo «otorgado para sí y sus sucesores en Junta General Extraordinaria celebrada el día 6 de marzo de 1948 en Cabra del Santo Cristo«.

Vemos a Fernando Meneses de Orozco y Orozco, XI Marqués de La Rambla con la vara de Hermano Mayor de La Esclavitud. Fuente: José Luís Albarracín.

Este nombramiento supuso para nuestra cofradía que, tratándose de un Grande de España pudiera ostentar el título de «Ilustre», que desde entonces le corresponde según el derecho canónico. A título anecdótico diremos que además, la Cofradía de La Esclavitud podría ostentar los títulos de «antigua», por su historia (data de 1668), y «venerable» que significa digna de veneración por concesión de la autoridad eclesiástica, título que ostenta porque existen documentos que así lo acreditan, el más importante, uno fechado en Roma en 1714 en el que Clemente XI concedía indulgencia plenaria a los cofrades del cristo de Burgos. Pero además, se da el caso que el marqués utilizó con orgullo este título durante el poco tiempo que vivió, tal y como se puede comprobar en su esquela mortuoria publicada en el diario ABC.

Esquela conmemorativa del segundo aniversario de la muerta del XI marqués de La Rambla. Fuente: Diario ABC.

La marquesa actual es la sobrina de don Fernando, doña Elena Meneses de Orozco y Gallego de Chaves, quien emulando a su abuela hace años que se convirtió en empresaria de la hostelería ubetense al adaptar su palacio como hotel de lujo. Hotel que ocupa un bellísimo edificio renacentista donde pudimos comprobar de primera mano que nuestro pueblo está muy presente tal y como se puede comprobar en las siguientes fotografías.

Pergamino entregado al marqués de La Rambla por la cofradía de La Esclavitud. Fuente: propia.

En la escalinata del palacio hay un gran cuadro del Cristo de Burgos y uno de los escudos de armas donde podemos ver una cabra, sin duda alusiva al lugar de procedencia del título. Fuente: propia.

Lienzo del Cristo de Burgos con la iconografía tan característica en la que aparece la vieja ermita del Nicho con el arriero, la mula rendida y el paisaje circundante. Fuente: propia.

[1] GILA MEDINA, Lázaro. Evolución jurídica de la villa de Cabra del Santo Cristo (Jaén) 1545-1778. Jaén. 1989.

  • Cómo citar este documento
    López Rodríguez, R. El Marquesado de La Rambla. https://cabradelsantocristo.org/2019/02/03/el-marquesado-de-la-rambla/.
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