Uno de los topónimos más populares del callejero cabrileño es el de la calle Virgencica, llamada así en honor a la imagen que ocupa una hornacina que hoy pasa casi desapercibida, pero que en tiempos de Cerdá constituía un elemento urbanístico principal. Aquella hornacina original ocupaba una esquina del entonces huerto de Arturo Cerdá y era uno de los lugares favoritos del fotógrafo a tenor de la cantidad de fotos que dejó de este lugar que hacía esquina con la calle de Santa Ana (alta), entonces también llamada «de la Canal» porque era por el centro de este vial por donde discurría un caudal de agua que proveniente del Nacimiento surtía del líquido elemento a todo el cuadrante Sur de una población cuyo casco urbano no pasaba entonces de la Rambla Sequilla (actual barranco). Estamos por tanto ante uno de los espacios más transformados en lo urbanístico, que hoy identificamos con la esquina donde se sitúa el popular bar Manolo. No resulta fácil, aunque el perfil de la sierra y la pendiente de la aledaña calle Santa Ana no dejan lugar a dudas.

Esta zona se consolidó urbanísticamente a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Hasta entonces se trataba de un área de huertos que, delimitados con cerramientos de piedra seca articulaban el vial que se dirigía a «las Huertas» que jalonaban el barranco (o Rambla Sequilla) y al manantial del Nacimiento por la vereda, entonces llamada «de Enmedio», que más o menos discurría por la actual calle «Avelino del Peral», plaza de «los Nativos Ausentes» y «Miguel Ángel Blanco», para salir al molino «del Nacimiento», junto a «la Balsa».

Vemos en esta otra imagen que en la esquina opuesta había otra hornacina. Más modesta (menos monumental), estaba dedicada a San José, otra advocación que siempre estuvo muy vinculada a los cabrileños como tendremos ocasión de comprobar en una posterior entrada. Una imagen que cuesta identificar en la actualidad, tratándose de un área que comenzó a transformarse cuando mediado el pasado siglo los descendientes de Arturo Cerdá vendieron un trozo del huerto familiar al Ayuntamiento para construir la plaza de Abastos. En paralelo, Joaquín Cerdá dedicó buena parte de la superficie restante a la construcción del popular teatro Benavente que ocupó casi toda la acera Oeste de esta castiza calle y buena parte de la de Santa Ana (su ambigú era el actual bar Manolo). Un edificio industrial (la almazara La Unión) terminó de rellenar por el Sur este espacio que por el Oeste estaba cerrado por la calle Cantarranas, que entonces ya estaba configurada tal y como se aprecia en la foto donde destaca la blancura del caserío más representativo de nuestra arquitectura popular, hoy prácticamente desaparecida.

Fue entonces cuando la popular imagen se trasladó a la esquina opuesta, donde una modesta hornacina la aloja desde entonces. Hasta aquí hemos relatado más o menos el proceso de transformación urbanística de esta zona, pero nos falta un detalle que muy pocos cabrileños conocen y es que se trata de la Virgen de las Nieves, patrona de Pegalajar. Pero ¿a qué obedece la presencia de esta imagen en nuestro pueblo?
Por razones obvias es el Cristo de Burgos la advocación local por excelencia, aunque siempre existió la devoción a la virgen encarnada en advocaciones como la virgen del Rosario, cuya ermita hemos visto que estaba junto al manantial del Nacimiento (al que dio nombre), siendo este el lugar donde tradicionalmente se enterraba al clero y se recibía a la cofradía de Guadix durante la víspera de San Miguel. Además, nuestra parroquia está dedicada a N.S. de la Expectación (también llamada «de la O») y otras imágenes han recibido veneración a lo largo de la historia como la popular virgen de los Dolores , la virgen de la Aurora, o la Inmaculada Concepción. Por todo, resulta un tanto sorprendente descubrir la presencia aquí de la patrona de uno de los pueblos más alejados de Sierra Mágina.
La respuesta nos lleva hasta el prior Pugnaire, quien era natural de esta localidad. De esta manera, el autor de «Historia y milagros del Santo Cristo de Burgos…» trajo esta advocación mariana que después de 160 años sigue ocupando un lugar destacado en la religiosidad popular cabrileña y continúa dando nombre a una de las calles más señeras de nuestro casco urbano.

