Desde la mitad del siglo XVI, cuando se produjo la repoblación por mandato de Carlos V, nuestro pueblo mantuvo unos parámetros poblacionales muy parecidos hasta el siglo XVIII. 150 Vecinos a finales del XVI que equivalían a unos 600 habitantes que pasarían a 828 habitantes en 1659 según el censo de Antonio Fernández Buendía, cantidad algo superior a la que Lázaro Gila Medina obtuvo basándose en las actas parroquiales y que estimaba en 720 habitantes para entonces, una cifra mucho más parecida a la del primer censo del siglo XVIII, el de Campoflorido, realizado en el año 1712 que daba una cantidad de unos 732 habitantes (183 vecinos por una media de 4 miembros en la unidad familiar). Nos encontramos por tanto con un ligero incremento de unos 30 vecinos (120 habitantes) producido en los 150 años que van desde la llegada de la segunda oleada de repobladores producida en 1561 hasta el primero de los censos del XVIII (año 1712). Una dinámica que se romperá de manera abrupta durante el XVIII con un despegue poblacional por el que, en apenas 80 años prácticamente se triplicará el número de habitantes.
El siglo XVIII viene marcado en todo el país por un importante crecimiento demográfico cuya tasa se sitúa en torno al 0,35%, pero el caso de Cabra del Santo Cristo es llamativo porque tal y como hemos adelantado, cuando se inicia la centuria apenas se había incrementado la cifra de los repobladores del XVI con 30 nuevos vecinos, pero a lo largo del siglo XVIII se pasa de los 732 habitantes de 1712 a los 2096 habitantes del año 1797. Casi 1400 nuevos habitantes que tendrían que buscar su sustento en un pueblo de escasos recursos, pero donde se potenció la agricultura en detrimento de la ganadería y se diversificó la actividad económica con el surgimiento de determinadas explotaciones industriales como tendremos ocasión de comprobar.

Evolución poblacional de Cabra del Santo Cristo a lo largo del siglo XVIII
La política de la corona ante el proceso de recuperación demográfica que se experimenta en sus territorios a comienzos de la centuria impulsa más roturaciones para mantener más almas y sacar mayor provecho por el ascenso de los precios producido por el alza de la demanda de una población en auge. La actividad roturadora fue importante en el término de Cabra durante esta centuria, luego nos encontramos ante un claro cambio de modelo económico por el que se entra en la modernidad abandonando las estructuras económicas tardofeudales, restando peso a la ganadería y dándoselo a la agricultura. Pero ello no justifica por sí sólo un incremento poblacional tan importante, luego tendríamos que considerar otras actividades.
La evolución poblacional que nos ofrece el cuadro de los censos del XVIII tiene una primera lectura, que entre 1712 y 1725 casi se duplica la población, pasando de los 183 vecinos que había en 1712 a 307 en el año 1725, lo que equivale a 1228 habitantes si utilizamos la regla de 4 habitantes por vecino. Son los años en los que se amplía el casco urbano de Cabra llegando hasta el nuevo barrio de San Marcos y es cuando queda configurado más o menos el casco histórico, que se mantuvo casi inalterado hasta bien entrado el pasado siglo. Ese incremento se acentúa aún más, de manera que en 1752 el catastro de Ensenada nos dice que Cabra cuenta ya con 1764 habitantes (441 vecinos), cifra que más o menos se mantiene con altibajos pero con tendencia ascendente hasta los albores del siglo XIX, llegando a la punta máxima en el censo de Godoy con un total de 524 vecinos ó 2096 habitantes, cantidad que baja sensiblemente en el siguiente censo realizado ya bien entrado el siglo XIX.
El catastro de Ensenada (1752) nos aporta abundante información acerca de las dedicaciones profesionales de aquella población, resultando que fuera de las actividades relacionadas con la agricultura y la ganadería había un maestro albañil y dos oficiales, un sastre y dos oficiales, dos zapateros de viejo, un maestro de nuevo que trabaja como oficial, dos herreros que trabajan como oficiales, dos maestros de herrador, otro de carpintero que trabaja como oficial y un oficial, un albardonero, un aladrero y tres cordoneros que trabajan como oficiales. En cuanto la milicia estaba compuesta por 9 soldados y los clérigos eran 6, incluidos el prior y cura. La fundación de Madre Marta mantenía a un maestro de escuela por la enseñanza de niños pobres, en primeras letras, conforme a su fundación. Había dos tendillas de especerías, 2 médicos, 1 boticario, 3 maestros de barbero y 1 oficial, 1 escribano, 1 estanquero, 1 sacristán mayor, otro menor y 1 teniente, 1 notario, 1 fiel de carnes y abastos, 1 maestro de escuela y otro de escultura. Pero además había por entonces 3 molinos harineros, 1 molino de aceite, 3 hornos de pan, 1 tejar y 1 fábrica de vidrio.
Con estos datos, a mediados de siglo XVIII la cifra de jornaleros dedicados a actividades agroganaderas era de 250, a la que habría que sumar 50 pobres de solemnidad, una cantidad muy elevada que testimonia las tremendas dificultades de subsistencia que por entonces afectaban a más de un 11% de la población. Pero además había unos 50 vecinos dedicados a otras actividades (trabajos artesanales, militares, eclesiásticos…), lo que sumaría un total de 350 vecinos, luego nos faltarían los que se empleaban en los molinos, los hornos de pan, el tejar y la fábrica de vidrio, además de los propietarios. Unos 90 vecinos si tenemos en cuenta que el total computado era de 441.
En 1768 se produce una bajada significativa pero a partir de ese momento se inicia otro ascenso por el que se alcanza la punta máxima en 1797 cuando se sobrepasan los 2000 habitantes, más de los que tiene Cabra en la actualidad, e intuyo que en esta punta sí que tuvo que ver la actividad comercial relacionada con la fabricación de vidrio.
Parece claro que esta industria debió desaparecer durante los primeros años del XIX, cuando se aprecia un significativo retroceso poblacional, pues al dato aportado por Mª Soledad Lázaro, quien asegura que la fábrica de vidrio del Chantre tuvo «al menos sesenta y siete años de actividad, entre 1720 y 1787″, tendríamos que sumar algunos años más hasta llegar, al menos hasta 1799, pues el diccionario de Madoz publicado en 1845, en su página 528, al referirse a la población, riqueza agrícola e industrial de la provincia de Jaén según el censo de 1799 (supongo que se refiere a este censo por ser la referencia más inmediata), nos dice que por entonces aún había fábricas de vidrio en Hinojares y Cabra del Santo Cristo.
Lo que resulta evidente a todas luces es que el peso económico de la actividad vidriera se terminará reflejando en una actividad a la que se dedicará buena parte de la población, la arriería, dato que corrobora el Atlante de Bernardo Espinalt y García de 1787 donde nos dice en lo referido a Cabra que “el principal comercio de sus habitantes consiste en labrar vidrio, y esparto, y llevarlo a vender a los pueblos comarcanos, y sacar del enebro el aceite que sirve para curar la sarna del ganado”. Para hacernos una idea de la magnitud y del impacto de la actividad vidriera en la economía local podemos ver los datos referidos a las rentas de las diferentes industrias locales que se detallan en el catastro de Ensenada, así, mientras que el horno de pan más importante ganaba de arrendamiento anual 390 reales, o el de teja 160 reales, al de vidrio se le consideraba de utilidad anual 7200 reales.
Una explotación que daba trabajo directo a nueve personas; 1 administrador, 1 velador, 1 maestro, 4 oficiales, 1 tomador y 1 leñador, pero que generó un importante comercio por el que la actividad arriera se terminaría convirtiendo en una de las más importantes de la localidad, pues la producción de vidrio la compraban intermediarios que luego vendían a arrieros para que estos la distribuyeran, luego estaríamos hablando de un verdadero motor de la economía local.

El Chantre, Lugar donde se encontraba la fábrica de vidrio donde aún se conservan edificaciones de la época, así como el horno para obtener agua fuerte. Fuente: propia.
Una actividad que siempre pensé que podría estar en el origen de la cofradía de Arrieros, una de las dos hermandades locales del Cristo de Burgos que se mantuvo hasta la década de los sesenta del pasado siglo XX. No sería de extrañar por tanto que la comercialización del vidrio fuera decisiva en su momento para que este oficio se prodigara en Cabra más que en otras localidades, hasta el punto que se fundara esta corporación gremial o “congregación de los arrieros” como reza la bandera bordada en 1865 que aún se conserva.

La bandera de Arrieros. Fuente: propia.
Pero, ¿por qué se generaliza esta profesión hacia final de siglo si esta industria se establece en el comienzo? Si el origen de los hornos de vidrio cabrileños hay que buscarlo en Castril hemos de suponer que en un principio tanto los operarios como los distribuidores (sacadores) serían de aquella zona, lo que explicaría que en 1752 no hubiera ni un solo arriero en Cabra tal y como se expresa en la respuesta 32 del catastro de Ensenada; “…y que no hay harrieros…”. En el censo de Aranda realizado en 1768 ya aparece un arriero, se trataba de Julio Fernández de Vargas (asiento 65). Pero el incremento se produce hacia el final de la centuria, pues repasadas una a una las profesiones de los cabrileños en 1787, cuando se confeccionó el catastro de Floridablanca, resulta que para entonces ya eran 38 los arrieros declarados, profesión muy mayoritaria en la localidad tan sólo superada por los labradores y jornaleros, suponiendo casi un 8% del total de la población.
La arriería era un trabajo muy ligado a este tipo de explotaciones industriales; el transporte de materias primas como la barrilla, la arena, las escorias de plomo para dar la tonalidad verdosa al vidrio, o la misma leña, ya daría trabajo a un buen número de arrieros, a lo que habríamos de sumar la posterior distribución. Para el caso de Valdepeñas de Jaén Mª Soledad Lázaro nos dice que eran arrieros de Baeza los que llevaban la barrilla procedente de Totana y Alhama de Murcia, pero nada he encontrado referido a los que transportaban esos materiales a Cabra, luego, ¿qué habría ocurrido para que proliferaran tan repentinamente tantos empleos de arriero?

Una pieza de vidrio elaborado en Cabra. La tonalidad verdosa se obtenía utilizando la galena como fundente, tal y como dice Luís José Proust en Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia…: «Desde La Carolina hasta Linares se encuentran con abundancia estas escorias de plomo… que se aprovechan empleándolas por fundente en los hornos de vidrio de Cabrilla, en que se fabrica vidrio verde»
En 1762 cuando se elabora la revisión del catastro, la fábrica de vidrio aún continúa en manos de la misma familia baezana, aunque Don Andrés Florencio de la Fuentecilla y Rozas, el dueño cuando se realizó el catastro de Ensenada, ya había muerto y era por entonces su hijo Andrés de la Fuentecilla y Acuña el propietario. Al parecer en 1775 la fábrica ya era explotada por los García de Sevilla, otra familia oriunda de Cabra dedicada al trabajo del vidrio en Castril y Arroyo Molinos. Que la fábrica de Belmez estuviera situada en la encrucijada de caminos que iban a Jódar, Huelma y Cabra, seguro que no era casual. La explotación de los hornos de Cabra, Belmez y Arroyo Molinos, los tres propiedad de la misma familia cabrileña, emplearía a un buen número de arrieros tanto en el transporte de la materia prima como en la posterior distribución de las piezas y Cabra quedaba en el centro de esa importante zona vidriera. Eran los sacadores los que comercializaban las piezas y en el caso de Cabra nos dice Lázaro Damas que la producción se comercializaba de forma indirecta a través de los sacadores o individuos dedicados a la compra de las piezas a la fábrica que, posteriormente, las comercializaban vecinos de Cabra y forasteros, y también al por menor. ¿Sería en el momento en que la fábrica cambia de dueños cuando se ofrece ese trabajo a sacadores locales? La fecha en la que los García Sevilla se hacen cargo de estas fábricas (1775) está muy cercana a la del censo de Floridablanca (1787) cuando aparecen esos 38 arrieros. Que los García Sevilla fueran cabrileños y que Cabra quedara en el centro de esa zona (Cabra, Belmez, Hinojares, ¿Alamedilla?) podría justificar esta proliferación de la arriería local.
Aquí queda esta reflexión que justificaría en parte un incremento poblacional tan significativo. Incremento poblacional que tendría un nuevo episodio durante la segunda mitad del XIX y que se terminaría prolongando durante un siglo hasta la década de los sesenta de la pasada centuria, pero eso ya será objeto de otro post.

Mapa del Catastro de Ensenada donde se ubica la fábrica de vidrio. (Lámina de Situación, figura y terreno de la villa de Cabra del Sto. Xto. prova. de Jaén un mapa, ms., 29×37 cms. Archivo General de Simancas. MP y D-LI-16).