La historiografía se nutre de diversas fuentes que hasta no hace tanto pasaban casi desapercibidas, o eran minusvaloradas por aquel historiador que construía su relato basado exclusivamente en la documentación escrita. De esta manera los testimonios orales, como una de las principales fuentes de las que se alimenta la antropología, apenas eran tenidos en cuenta para la construcción del relato histórico. Unos testimonios que como mucho construían otras visiones, habitualmente infravaloradas por aquella ortodoxia representada por quienes sólo otorgaban carta de naturaleza a los testimonios custodiados en los archivos históricos. Qué decir de la fotografía, tan habitualmente subestimada y a menudo considerada como un mero recurso para apoyar al texto, renunciándose con ello a su potencial valor.
Afortunadamente se ha tomado conciencia de la importancia de abordar la historia desde una perspectiva multidisciplinar. De esta manera, además de la importancia del testimonio oral, la correcta interpretación de la imagen puede suponer una reinterpretación de la historia, hasta el punto de que se pueda modificar la visión hasta entonces aceptada o, como en el caso que nos ocupa, que pueda significar el único testimonio, pues puede darse el caso de que no existan otras fuentes, o que nadie haya tenido la oportunidad de investigarlas hasta el momento. Esa antropología visual está perfectamente representada en la obra de Cerdá y Rico, quien encontró en la religiosidad popular uno de sus habituales temas, significando su serie sobre las manifestaciones populares de la Semana Santa cabrileña un documento impagable que en buena medida construye ese relato histórico por el que podemos otorgar a la fotografía el lugar que le corresponde, pues, entre otras cosas, la imagen fotográfica, perpetuando el instante y conexionando el pasado con el presente es capaz de construir por sí sola una memoria e identidad colectiva.
Un claro ejemplo de lo expresado lo encontramos en el número cuatro de la revista Contraluz, en el trabajo que publicó Diego Jerez Justicia titulado “El drama sacro en Cabra del Santo Cristo, a comienzos de siglo”. Un artículo donde las fotografías de Cerdá y Rico complementan a la perfección los recuerdos del autor y los testimonios orales de uno de los últimos protagonistas de una tradición perdida que gracias a este trabajo fue rescatada del olvido, pasando a significar desde entonces el único relato histórico que existe sobre la Semana Santa cabrileña. Así, el autor entrevistó a don Antonio Santoyo Hidalgo, quien había encarnado, allá por los años treinta del pasado siglo el papel de “angelillo”, plasmando en su artículo la letra de las coplas que estos peculiares personajes cantaban durante los días más importantes de la Semana Santa, tratándose, muy probablemente de la última persona que las recordaba, de ahí la importancia del testimonio.

Angelillos recitando el catecismo en la Cruz. Fuente: Cerdá y Rico.
Por otra parte, las fotografías de Cerdá se elevan a la categoría de documento histórico porque nos revelan unos detalles que nos ayudan a construir ese relato, comenzando por el lugar donde estas embajadas de angelillos llevaban a cabo su catequesis dramatizada. Siempre fuera del templo, era subidos a las gradas de la Cruz de Serón donde recitaban sus coplas durante la tarde de Jueves Santo, mientras que el Viernes Santo, durante las procesiones de la madrugada y del entierro formaban parte de una peculiar escenografía que acompañaba a los cortejos procesionales. Asidos a las borlas de los estandartes de las hermandades; los angelillos blancos iban junto al de la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, mientras que los angelillos negros acompañaban al de la hermandad de la Virgen de los Dolores. De esta manera, nuestros alados protagonistas, que vestían vistosas túnicas e iban tocados con una florida corona, recitaban sus coplas acompañados por la música de un violín, acaparando la atención de la concurrencia a lo largo de las diferentes estaciones marcadas en el itinerario de la procesión.
No cabe duda que la numerosa asistencia de público hace de esta manifestación un interesante ejemplo de lo que significa la religiosidad popular, la inculturación de la fe en lo cotidiano a través de un acto comunitario que contribuye a la identidad colectiva. Una manisfestación y unos protagonistas cuyo origen desconocemos, pero que probablemente se hunda en la tradición medieval, cuando los niños jugaban un importante papel en las representaciones litúrgicas. Una tradición olvidada y felizmente documentada gracias a la inquietud y al celo de nuestros paisanos que, cómo no, encontraron en las fotografías de Cerdá y Rico el complemento perfecto para acercarnos a esta parte tan desconocida de nuestro patrimonio inmaterial. Un conjunto de testimonios de indiscutible valor que protagonizan este post que se publica coincidiendo con la cuaresma de 2017.
… Así, en un pueblo como Cabra del Santo Cristo, la Semana Santa comenzaba el Domingo de Ramos con la bendición de las Palmas y la Procesión alrededor de la Plaza. Acompañaban al párroco el Alcalde y personas principales con sus gruesas capas de paño, la banda de música y los numerosos «chiquillos» que esperaban el final para obtener palmitos con los que harían luego los «trepasimones», «faroles», «lagartos», cruces, etc. Las palmeras rizadas por familias que se transmitían la técnica o «peinadas» o al natural eran colgadas de los balcones.
Domingo de Ramos, procesión de las Palmas. Fuente: Cerdá y Rico.
Domingo de Ramos. Fuente: Cerdá y Rico.
El Jueves Santo, callaban las campanas hasta el sábado de Gloria, recordando la soledad de Jesús abandonado por sus Apóstoles y eran sustituidas por la «carraca» que con su rueda dentada de madera emitía un ruido al ser volteada por los monaguillos, que recorrían el pueblo avisando a los distintos cultos. Por la tarde acudían al lavatorio de Pilatos doce miembros de las cofradías de Nuestro Padre Jesús y de la Virgen de los Dolores, vestidos de nazarenos y llevando de bandolera una toalla de lino bien nutrida de bordados que era muchas veces la toalla más preciada del ajuar; salían de casa del Hermano mayor y llegaban en procesión a la iglesia.
Tras el Lavatorio salía la procesión del «Tropiezo» que sacaba la imagen de N. Padre Jesús al que le era quitada la Cruz, con San Juan. Esta procesión llegaba por la calle Real hasta la ermita de San Marcos.
Esta procesión representaba el Prendimiento y Proceso de Jesús; desfilaba sin banda de música, iban unos grupos de nazarenos tocando unas trompetas de color plomizo, de gran tamaño, que eran conocidas como «trompetas roncas» y que emitían a lo largo del recorrido unos ruidos ensordecedores.
A todas las procesiones asistían unas parejas de ángeles vestidos con peluca, alas y túnicas, blancas los de la «embajada» de N.P. Jesús Nazareno o negras las de la Virgen de los Dolores. Su misión es ir recitando unos versos alusivos a la Pasión, a lo largo del recorrido. Estos versos se transmitían de padres a hijos de determinadas familias que tenían como misión instruir a los «angelitos» con cierto tiempo de antelación. Estos versos de gran ingenuidad pero de gran fervor los he podido recoger gracias a la amabilidad de un miembro de una familia de éstas y que en su día hizo de ángel, don Antonio Santoyo Hidalgo, residente en Granollers (Barcelona), que los ha heredado de su padre y de su abuelo.
Angelillos blancos encarnados en las personas de Juan Moreno (izqda.) y José Vico (dcha.). Fuente: Cerdá y Rico
Empezaba este «auto» con el Pregón de la Pasión y el ofrecimiento por el ángel a Jesús del Cáliz de Pasión a la imagen de Jesús:
Oh Divino Redentor,
El Padre Eterno me envía
a Aliviar vuestra agonía
y a templar vuestro dolor.
Esfuérzate Gran Señor
destierra la cobardía
y sírvate de alegría
que se salve el pecador.
Este Cáliz de Pasión
que lo bebas es preciso
porque abras del paraíso
las puertas, al pecador.
Por decretos infinitos
a Ti te van a condenar
y Te han de ejecutar
los muy llenos de delito.
Esa Sangre que derramas
será preciso menguarla.
Llevarás la Cruz al hombro,
sufrirás de mil horrores
y derramado Tu Sangre
Salvarás los Pecadores.
(Le daba el Cáliz).
Viernes Santo, de vuelta del Calvario. Fuente: Cerdá y Rico.
La Procesión de la «Madrugá», salía a las tres de la mañana de la Iglesia Parroquial.
Muchas familias hablan velado toda la noche en el Monumento. Se decía el Sermón de las Siete Palabras. La procesión portaba a Nuestro Padre Jesús, San Juan y la Virgen de los Dolores. San Juan llevaba una palma rizada o labrada del Domingo de Ramos. Se dirigía a las peñas del Calvario y en el lugar denominado «El Nacimiento» se hacía el «Encuentro» de la Virgen con Jesús Nazareno. A esta procesión la acompañaban los ángeles blancos y negros o «embajadas» que recitaban en las diversas paradas o esquinas las Coplas para el Calvario:
Viernes Santo, la procesión de «la Madrugá» a su paso por la calle Real. Fuente: Cerdá y Rico.
1
Sale Jesús de su casa
con la Cruz para el Calvario
y la lleva muy gustoso
por redimir el pecado.
2
Ya va con la Cruz a cuestas
Cristo Nuestro Redentor,
para sufrir con paciencia
las culpas del pecador.
3
Con la Cruz, bien fatigado,
la Verónica le ha visto
y limpiando el Rostro a Cristo
en el lienzo se ha estampado.
4
Pendiente sobre la Cruz
es clavado con tres clavos
y Su Madre Dolorosa
de pena se ha desmayado.
5
Lleva Jesús en Sus hombros
la Cruz de los pecadores.
Para morir es clavado
en medio de dos ladrones.
6
Advierte lo que le cuesta,
Ingrato, a tu Creador,
pues por ser tu Redentor
cargó con la Cruz a cuestas.
7
El que a los Cielos creó
ya la Tierra le dio el ser
por tu, amor quiso caer
al tercer paso que dio.
8
Considera cuán sería
en Su recíproco amor
la pena del Salvador
y el martirio de María.
9
Perdió la ira el compás
cuando dispuso severa
que todo un Dios la sufriera
porque padeciera más.
10
El que luz al Mundo dio,
con su semblante sereno,
por estar de Sangre lleno
en un lienzo se imprimió.
11
Tus culpas fueron la causa
y el peso que Le rindió
si por segunda vez cayó,
en tu llanto no hagas pausa.
12
Considera cuán tirano
serás con Jesús, rendido,
si en tres veces que ha caído
no le das una mano.
13
Al encuentro le ha salido
la madre que le parió
y entre sayones le vio
arrastrado y escupido.
14
Si a llorar Cristo te enseña
y no aprendes la lección
o no tienes Corazón
o serás de bronce o peña.
15
A la misma Honestidad
los verdugos desnudaron
y sus llagas renovaron
con inhumana crueldad.
16
En medio de dos ladrones
en la Cruz lo enarbolaron
y el cuerpo descoyuntaron
al colgar/o, los sayones.
17
Aquí murió El Redentor
Jesús, cómo puede ser
El que tanto amor llegó a haber
y que viva el pecador.
18
Las espinas de Pasión
y los clavos que le hincaron
por segunda vez traspasaron
a María el corazón.
19
En alto fue levantado,
blasfemado de sayones,
en medio de dos ladrones
sediento y desamparado.
20
En la calle de la Amargura
hay un farol encendido
alumbrándole a Jesús
que con la Cruz ha caído.
21
A Pitatos lo llevaron
para que sentencia diera
y le gritan los tiranos
muera, muera, muera.
22
Lo llevan los Fariseos
hasta el Calvario llegar
le ayuda un Cirineo
para que padeciera más.
23
Le bajan de la Cruz
el Centurión y San Juan,
José y Nicodemus van
a Su Madre con Jesús.
24
Se ha oscurecido el sol,
el gran velo se ha rasgado,
toda la tierra ha temblado
porque ha muerto El Salvador.
Angelillos blancos delante de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Fuente: Cerdá y Rico.
Por la tarde del Viernes, El Entierro de Cristo que presidía el Ayuntamiento entonando las «embajadas» de ángeles las Coplas para El Entierro:
1
Ya lo llevan a enterrar
con gran acompañamiento
y su Madre Dolorosa
se muere de sentimiento.
2
Llegó al ocaso la luz,
entra cristiano y sin tasa
en el Sepulcro repasa
los Misterios de la Cruz.
3
Madres que tenéis dolor,
cómo no lloráis ahora
lo que llora esta Señora
por culpa del pecador.
4
Aquel Hijo tan amado
que paristeis sin dolores,
lo veis aquí sepultado
por el pecado del hombre.
5
De los brazos le quitaban
aquel Cuerpo ensangrentado,
sin mirar que se partía
su Corazón traspasado.
6
Cuando murió El Salvador
al Sepulcro lo llevaron
y para que no se les fuese
dos centinelas dejaron.
7
Ya se murió El Salvador
ya nos quedamos sin Padre.
Si somos buenos hijos,
acompañemos a la Madre.
8
En un sepulcro de piedra
sepultaron al Señor
y se. oscureció la Tierra
al faltar el mejor Sol.
9
Al entierro del Señor
venid todos los mortales
y lloremos con dolor
que ha muerto nuestro Padre.
10
No hay quién me acompañe,
dijo, esta Madre Dolorosa
porque hoy dejo a mi Hijo
tapado con una losa.
11
En el Cenáculo se ha sentado
a llorar su soledad.
El que tenta amor a la Madre
bien la puede acompañar.
12
Estaba al pie de la Cruz
la Madre más amorosa,
afligida y dolorosa
viendo pendiente a Jesús.
Angelillos negros ante la imagen de la Virgen de los Dolores. Fuente: Cerdá y Rico.
La noche del Viernes Santo la Procesión .de la Soledad, austera, seguía un largo itinerario con largas filas de fieles y nazarenos que se tapaban la cabeza con una caperuza sin capirucho, que ha sido introducido con posterioridad.
El Sábado de Gloria repicaban las Campanas y en la puerta de la Iglesia se disparaban las escopetas al aire (en algunos pueblos de España se hace disparando a un muñeco que simula «el fusilamiento del traidor Judas»).
Las coplas son ingenuas y sin valor literario alguno pero son el medio popular de expresión profundo de una fe acendrada y que tenían la finalidad de la exaltación de la Pasión y la llamada a la Piedad del pueblo. Sería deseable que se recobraran estas costumbres.
En otros lugares de la Provincia se hacían representaciones en vivo de la Pasión. En Frailes, Valdepeñas, Hinojares, Fuensanta de Martos y muchos otros que se han perdido.
Para muchos estudiosos habría en estas manifestaciones un trasfondo dramático o concepción escatológica o folklórico pero todo es más sencillo, son la expresión más pura de la fe cristiana del pueblo.